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¿Energías limpias usadas de forma sucia?

La propuesta de establecer un parque eólico en la sierra de Elgea ha despertado de nuevo una controversia, aunque esta vez más limitada, sobre un proyecto energético en el País Vasco. Hacía muchos años, desde el tristemente famoso asunto de Lemoniz, que no se discutía sobre la bondad o maldad de producir electricidad de ésta o aquella manera. Es más, daba la impresión de que el tema había dejado de preocupar en la medida en que los trenes seguían funcionando, lo mismo que los frigoríficos, el alumbrado público o los televisores. Atrás habían quedado los tiempos en que algunos políticos -por cierto, aún en activo- nos amenazaban con oscuros y fríos inviernos a la luz de las velas, lavadoras a pedales y trenes con máquina de vapor, si no se aceptaban sus tesis sobre lo que en aquellos momentos nos presentaban como moderna alternativa nuclear, y que hoy, apenas transcurridas dos décadas, se encuentra en decadencia en casi todo el mundo. Desde entonces, y en ausencia de otras controversias, un manto de silencio había cubierto el panorama informativo sobre los temas energéticos. Ahora, sin embargo, salta de nuevo a los periódicos la oposición de algunos sectores a la puesta en marcha de un parque eólico -es decir una cierta cantidad de molinos de viento- y una subestación transformadora en la sierra de Elgea [en el límite entre Álava y Guipuzcoa] , destinados a producir unos cuantos kilowatios de electricidad, oposición acompañada por dictámenes e informes de reconocidos profesores en la cosa del derecho y la ordenación del territorio. Visto desde fuera, una primera aproximación al tema sugeriría lo paradójico que resulta la oposición a este proyecto cuando se trata de hacer realidad aquello que con tanto ahínco se reclamaba hace años: energías limpias y renovables, como la eólica, en vez de centrales nucleares u otras formas de producir electricidad sumamente contaminantes y basadas en la utilización de recursos no renovables. Sin embargo, un acercamiento al asunto menos superficial sugiere la necesidad de contemplar otros aspectos del problema y tomarse en serio algunas cuestiones sobre las que han llamado la atención los mencionados expertos. Por ejemplo, la legalidad del proyecto. La mayor bondad de la energía eólica frente a otras no implica que cualquier proyecto relacionado con ella pueda llevarse a cabo al margen de la legalidad vigente. De la misma manera que la necesidad de contar con un hospital no conlleva la posibilidad de saltarse la normativa urbanística y construirlo en cualquier lugar. Las leyes relativas a los usos del suelo se supone que habrán sido promulgadas para ordenar los conflictos relativos a los mismos. Y las flamantes DOT (Directrices de Ordenación del Territorio) no parece que estén concebidas para ser conculcadas a las primeras de cambio. Por el contrario, parece que lo lógico es buscar la ubicación más adecuada a cada actividad, lo cual, mientras no se demuestre lo contrario, es el objetivo de la ordenación del territorio y en concreto de las vigentes DOT. Es importante avanzar hacia un modelo energético basado en energías renovables. No hay otra salida mirando hacia el futuro. Pero también es verdad que los habitantes de este pequeño país necesitamos que siga habiendo lugares expresamentecios protegidos, sea por su especificidad, sea por encerrar determinados valores de utilidad pública. Ese es, entre otros, el sentido que tiene la planificación territorial, concretada en leyes, normas y directrices. ¿No es posible que de una vez por todas se hagan bien las cosas, conjugando de forma transparente los diversos intereses públicos en juego? La limpieza de las energías que utilicemos ¿no deberían también estar acompañadas de limpieza y transparencia en el procedimiento utilizado para su ubicación y puesta en marcha? No parece que a estas alturas vaya a haber mucha gente dispuesta a emular a Don Quijote. La energía eólica, en sí misma, constituye una necesidad poco discutible. Pero ello no debería implicar que los molinos se puedan ubicar en cualquier sitio.

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