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Reportaje:

La ciudad de Choluteca lucha contra el tiempo

ENVIADA ESPECIALUn balde rojo y mugriento, prendas de ropa vieja, dos hamacas y siete plásticos constituyen el patrimonio de Ana Tolina Torres, su esposo y sus cinco hijos. Y todo es regalado. Ana, lavandera, vivía en la barriada Buenos Aires de Choluteca, al sur de Honduras, hasta que el río que atraviesa la ciudad, que también se llama Choluteca, se enfureció. "El agua se llevó la casa, pero nos fuimos a tiempo. En la colonia Pedro Díez se ahogaron varios que no se quisieron marchar".

Ahora Ana y su familia se hacinan, con otras 300 personas, en la escuela Dionisio de Herrera, nombre del primer presidente de Honduras. Los corredores y el patio están atiborrados de los enseres que los más afortunados pudieron salvar: camas, colchones, alguna silla y hasta una cómoda que ha perdido una pata. Las mujeres cocinan en fogatas de leña y el humo llena el recinto.

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El rincón que Ana ocupa, en el porche, está casi vacío. Ellos se fueron con lo puesto y ahora duermen en el suelo. Algunos damnificados se acercan a los visitantes para pedir dinero o comida. Ana no. "Las personas para las que lavo me han ayudado. Conseguí esa cubeta roja para seguir trabajando. Sólo que ahorita no hay agua en las casas".

Mientras el marido ayuda en la reconstrucción, ella se ocupa de los hijos, de mantener limpios sus tres metros cuadrados, de cocinar en su fogata los 900 gramos de frijol que les han tocado hoy y de regañar a su vecina, que acaba de dar un cachete a su bebé porque no para de llorar. "No le pegue usted y déle la chichita". La joven obedece y le da el pecho al niño. "Aquí", sentencia Ana, "nada más queda tener un poquito de paciencia".

La tragedia de esta ciudad, la tercera más poblada del país, se gestó 142 kilómetros al norte, cuando los ocho ríos que alimentan al Choluteca, en las montañas del centro, multiplicaron su caudal con las lluvias incesantes del huracán Mitch. El río se desbocó, arrasó la capital, Tegucigalpa, y siguió pendiente abajo.

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De la fuerza con la que llegó a Choluteca da fe el puente de cemento de la carretera Panamericana, obra de los japoneses y motivo de tanto orgullo que fue inaugurado dos veces: una el año pasado por el presidente saliente, Carlos Roberto Reina, cuando aún no estaba terminado. "Lo llamaron inauguración porcentual", recuerda con sorna el padre Ángel. La segunda, el pasado verano, por el actual presidente, Carlos Flores. Sólo la estructura del puente se sostuvo en pie.

Casi 46.000 damnificados de la ciudad se reparten en los 134 albergues. La destrucción ha sido aún mayor en las comunidades rurales de Choluteca. Sobrevolar Morolica resulta aterrador. De este pueblo de 2.000 habitantes sólo quedan en pie la iglesia y una veintena de casas sumergidas en el lodo. Lo mismo sucede con Concepción de María o Nacaome. A pesar de que muchos vecinos desalojaron sus viviendas antes de la riada, hay hasta ahora 323 muertos, 2.000 desaparecidos. Los damnificados sobrepasan el cuarto de millón: la tercera parte de la población.

Las amenazas no terminan ahí. El Choluteca se ha llevado cientos de bidones con plaguicidas altamente tóxicos almacenadas en las plantaciones de melón y las camaroneras de la región, que son, junto con el plátano, las principales actividades exportadoras de Honduras. El Ejército sobrevuela el río y MSF recorre sus aguas para localizar los bidones e impedir que lleguen a manos de la población. Es una lucha contra el tiempo: uno de esos bidones fue abierto y utilizado por una familia para transportar agua. Mientras tanto, la multinacional bananera Tela Railroad, subsidiaria de la estadounidense Chiquita Brands, reconsideró ayer su decisión de despedir a 7.300 trabajadores y dejó "en suspenso" la impopular medida.

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