Los europeos tienen más confianza en sus instituciones nacionales que en las comunitarias
Los europeos están muy divididos respecto a la construcción europea, y siguen depositando más confianza en sus instituciones nacionales que en las europeas, aunque confían en la capacidad resolutiva de estas instituciones para hacer frente a la mayor parte de los problemas que configuran la agenda europea. Así lo revela una amplia encuesta realizada por los institutos del Grupo Taylor Nelson Sofres en 11 países de la Unión Europea, con más de 11.000 entrevistas. En España, Demoscopia efectuó el sondeo en exclusiva para EL PAÍS.
Un 41% de los europeos entrevistados en 11 países de la Unión Europea (UE) se manifiesta muy o bastante satisfecho acerca del modo en que se está construyendo la Unión, frente a una proporción exactamente igual de poco o nada satisfecho. La opinión española es muy similar en cuanto a la satisfacción aunque con menos insatisfacción y más indefinición, con un 43% de satisfechos, un 31% de insatisfechos, un 16% de indiferentes y un 10% sin opinión.Es interesante destacar que el país en donde parece existir más satisfacción con el proceso de construcción europea es Irlanda (56% muy o bastante satisfecho, contra 19% muy o bastante insatisfecho), justamente el país que se coincide en identificar como aquel que ha experimentado un más sustancial avance relativo (en términos de riqueza) tras la adhesión a la UE. Inversamente, la mayor insatisfacción (saldo negativo entre satisfechos e insatisfechos) se localiza en países bastante heterogéneos desde aquel punto de vista. Reino Unido (con un saldo de -19), Grecia (-17), Austria (-8), e Italia (-6) son los únicos cuatro países con balanza psicológica negativa entre los 11 estudiados.
En términos generales, los europeos depositan mayor confianza en sus instituciones nacionales que en las correspondientes instituciones de ámbito europeo. Por término medio, sin excepción, los Gobiernos y Parlamentos nacionales recaban mayor confianza que la Comisión Europea y el Parlamento Europeo. Lo mismo sucede en España, incluso de forma algo más marcada.
Probablemente, la opinión algo más escéptica de los españoles respecto de las instituciones cardinales de la UE refleja las huellas de las últimas escaramuzas (mercado del aceite, fondos estructurales y costes de la ampliación) que, según distintas encuestas, están deteriorando significativamente el crédito de las instituciones europeas entre los españoles.
Eficacia
En términos generales, la opinión pública en los 11 países investigados mantiene una razonable confianza en la capacidad resolutiva de las instituciones europeas, claramente superior al arraigo emocional que evocan. De hecho, de las ocho áreas temáticas que se proponen, los europeos muestran un saldo de confianza positivo en cuatro, neutro en dos, y negativo en otras dos. Es verdad que las áreas que concitan confianza mayor no son las más conflictivas de la agenda europea, pero se refieren a cuestiones importantes (cooperación cultural, protección del medio ambiente, influencia internacional de la Unión y política económica). En un balance neutro de confianza se encuentran dos áreas, la lucha contra el crimen organizado y las drogas, y los temas sociales. Finalmente, prevalece la desconfianza en la capacidad por parte de las instituciones europeas para abordar los problemas del desempleo y la inmigración, dos auténticas cuestiones de actualidad de Europa en estos momentos.España muestra en líneas generales una actitud más confiada que el conjunto, hasta el punto de que su saldo es positivo en las ocho áreas consideradas. Por el contrario, el escepticismo mayor sobre la capacidad resolutiva de las instituciones de la Unión es el de los británicos, con saldos negativos en seis de las ocho áreas propuestas.
Estas opiniones se producen con el telón de fondo de unas actitudes respecto a la Comisión Europea que, en consonancia con la percepción global presentan algunos perfiles poco estimulantes. Los europeos ven a la Comisión como burocrática y alejada de las preocupaciones de la gente; no está muy definido el perfil en cuanto a imparcialidad y eficiencia y, por último, no parece una organización débil. En general, la opinión española aparece alineada con la del conjunto, salvo en lo que se refiere a la imparcialidad, atributo para el que el saldo español es claramente negativo. En todo caso, estas percepciones remiten también a una opinión que considera, en términos bien definidos, que las decisiones de Bruselas tienen una importancia sólo relativa sobre la situación personal de los ciudadanos del común. En efecto, tanto en el conjunto de la Unión como en España son muchos más los ciudadanos que opinan que las decisiones de la Comisión les afectan poco o nada (60% en el conjunto, 59% en España) que aquellos que consideran que tales decisiones les afectan mucho o bastante (33%).
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