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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La caja de los truenos

LA TERCERA reunión de las principales formaciones nacionalistas de Cataluña, Euskadi y Galicia en Santiago de Compostela ha introducido una nueva variación en el tono de la plataforma creada con la Declaración de Barcelona el pasado mes de julio, antes de la tregua de ETA y de los comicios vascos. La proximidad de las elecciones catalanas y el revés sufrido por el PNV el pasado 25 de octubre han obrado ese hecho casi inexplicable de convertir el impetuoso torrente de reivindicaciones nacionalistas que prometía ser en su nacimiento la Declaración de Barcelona en mansas aguas constitucionales.Las variaciones de los sucesivos textos elaborados por CiU, PNV y BNG tienen que ver también con las posiciones de responsabilidad política bien distintas de cada una de las fuerzas representadas. CiU acaba de apoyar los Presupuestos de Aznar y está recibiendo del PP el correspondiente apoyo a los presupuestos catalanes. A la coalición de Pujol se debe la moderación del Acuerdo de Santiago, confirmada por sus declaraciones constitucionalistas de ayer, en las que considera inviable la vía de la confederación. El PNV se halla en la tesitura de formar una mayoría de gobierno sin depender de EH, de forma que se refuerzan las posiciones de quienes han querido utilizar la Declaración de Lizarra para que ETA deje las armas, frente a quienes todavía la consideran como el principio de un frente rupturista. Al BNG, en cambio, sólo le interesa hacer oposición al PP en Galicia.

La primera reunión de julio en Barcelona ofreció dos textos, una declaración bastante inconcreta en sus objetivos y moderada en el contenido, y un documento de trabajo en el que se incluían todos los objetivos rupturistas: la autodeterminación, la confederación y la reforma consiguiente del marco constitucional. La segunda reunión, en Bilbao y Vitoria, en vísperas de la declaración de la tregua de ETA y en el arranque de la campaña electoral vasca, creó toda una panoplia de comisiones de trabajo y anunció su apoyo a sendos pactos fiscales, al estilo del País Vasco, para Cataluña y Galicia. Se concretó así la idea de un frente nacionalista, con vocación de situarse a rebufo de la nueva situación política vasca, y como reacción dio pie a la reaparición de la idea de un frente antinacionalista entre el PP y el PSOE.

Ahora, en la nueva reunión de Santiago, las fogosidades rupturistas han quedado atemperadas. El resultado es que ya no hay llamadas compulsivas a reformar la Constitución, ni apelaciones ardientes a la autodeterminación y a la confederación. La Constitución debe ser objeto de una relectura más autonomista. El Tribunal Constitucional debe reflejar la diversidad de poderes que están en juego en los arbitrajes sobre política autonómica. Los nacionalistas culpan de su penuria autonómica al "legislador estatal", ése que ellos mismos integran y en el que contribuyen a sostener mayorías de gobierno, en lo que a los nacionalistas conservadores -PNV y CiU- se refiere. El PNV se ha plegado, pues, en Santiago de Compostela al proyecto de CiU. Es la devolución del favor: los catalanes arroparon a los vascos cuando se produjo la tregua de ETA, una curiosa coincidencia en plena precampaña en Euskadi que permitió a Xabier Arzalluz anunciar el alto el fuego flanqueado por los nacionalistas de las restantes nacionalidades históricas. El presidente del PNV se ha apresurado a decir que ése no es el documento que le hubiera gustado, pero que el consenso es lo más importante.

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Las tres formaciones nacionalistas seguirán trabajando conjuntamente, pero la idea de un frente nacionalista ha quedado diluida en el acuerdo final de Santiago. La Declaración de Barcelona queda en un mero lobby o grupo de presión nacionalista, que en muy poco compromete a cada una de las fuerzas. La segunda transición y los propósitos rupturistas quedan así para mejor y más lejana ocasión. La Declaración de Barcelona pasa, pues, a ocupar su puesto en la caja de los truenos. Hasta que CiU o PNV vuelvan a necesitar el ruido otra vez.

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