De espaldas a la muerte
Muchos cementerios históricos andaluces están en peligro de muerte. Resulta paradójico que Andalucía posea una de las mejores y más avanzadas leyes del patrimonio de todo el Estado -y que su diversidad y riqueza patrimonial, cementerios incluidos, no tenga parangón en Europa-, mientras que el presente de muchas necrópolis construidas en el siglo XIX sea desolador. Abandono, especulación, enorme desarrollo urbanístico, desinterés de las instituciones responsables y cambios culturales, que hacen que la sociedad actual niegue cada vez con más vehemencia la presencia de la muerte, han llevado a que la ciudad de los vivos vuelva la espalda a sus muertos. Como recuerda el historiador Javier Rodríguez Barberán, "si no fuera por los restos y ritos funerarios, la historia de la humanidad estaría llena de lagunas: sabemos cómo vivíamos porque conocemos cómo moríamos". El cementerio de San José en Cádiz, el de san Eufrasio en Jaén, el de San Miguel y el de los Ingleses en Málaga, los de Álora o Fuengirola (Málaga) son algunos casos de cementerios de enorme interés patrimonial o arquitectónico que se han visto atacados en los últimos años por la ruina, la clausura o el abandono. En casi todos los casos se repite la historia: la saturación de los mismos unida al crecimiento de la ciudad y de la población hace que surja la necesidad de construir cementerios nuevos. Lo que sucede es que esta necesidad se ha unido al ilógico abandono de los cementerios históricos. Como afirma José Luis Cabrera, presidente de los Amigos del Cementerio de San Miguel, asociación que ha auspiciado la creación de un proyecto pionero en España en el cementerio malagueño, "muchas veces las clausuras tienen un objeto meramente especulativo". "Los ayuntamientos tratan de amortizar los nuevos cementerios rápidamente -caso del nuevo cementerio de san Gabriel de Málaga, cuya explotación corresponde a una empresa mixta- y, con ese criterio, clausuran con dudosa legalidad los históricos", apunta, "o bien codician los terrenos donde se asentaban por mera especulación o para introducir mejoras en barrios con intereses electorales". Cabrera mantiene que no es incompatible conservar los elementos históricos de valor con el aprovechamiento y reconversión de otras zonas para uso público, como parece que sucederá en San Miguel. Un proyecto municipal prevé salvar de la ruina a este cementerio manteniendo ciertos usos funerarios -como columbarios en la zona monumental-, convirtiendo en zona verde el resto y transformando el recinto en un centro de interpretación histórico a partir de la evolución de los rituales de la muerte. El historiador sevillano Javier Rodríguez Barberán, quizá el mayor experto andaluz en cementerios, alaba las soluciones propuestas para San Miguel. Cree que aunque haya situaciones "delicadas y complejas como la de Cádiz, donde el suelo es un bien escaso y el cementerio está en medio de la ciudad, al menos se debería intentar el diálogo para soluciones imaginativas que no fuesen arrasar todo". "En general, los cementerios andaluces no están bien; no se puede decir que se presenten deficiencias irreparables, pero resultan molestos a la sociedad, que no se siente orgullosa de ellos", apunta Barberán. El profesor de la ETSA de Sevilla demanda una urgente catalogación de los cementerios andaluces y asegura que "la Consejería de Cultura tiene herramientas suficientes para hacerlo, otra cosa es que tenga interés". En la actualidad ningún cementerio andaluz está protegido por la ley de Patrimonio y el único censo existente corresponde a la consejería de Obras Públicas. El historiador opina que los modelos mixtos de gestión de los cementerios resultan contraproducentes porque "acaba primando el negocio" y aboga por crear varios cementerios en la ciudad "municipales o privados", en vez de "uno enorme en el extrarradio de gestión mixta y ningún valor arquitectónico". Barberán cree que el cementerio es un lugar tan visitable como una catedral. "En otros países europeos los cementerios son lugares de interés turístico. Aquí salvo el de San Fernando de Sevilla (el mejor conservado de la comunidad) o el de Córdoba, y quizá por las tumbas de los toreros, no existe la costumbre de visitarlos: tenemos un déficit y es que no sabemos leer la información de los cementerios. Nuestra manera de morir", concluye, "nos cuenta muchas cosas de nuestra forma de vivir, de nuestros gustos e ideas sociales".
Los muertos protestantes
El cementerio inglés de Málaga es un caso único en el Estado español. Creado en 1830 gracias a una concesión real de una ladera, situada en el actual paseo de Reding de la ciudad, al cónsul inglés Willliam Mark, fue el primer cementerio protestante hecho en España. Esta concesión evitó que los súbditos sajones fuesen como hasta entonces enterrados de pie en la playa con el subsiguiente espectáculo de ver cómo los animales los desenterraban luego. Su bellísima tipología es la de jardín romántico, de estructura aterrazada, donde conviven tumbas realizadas con conchas y otras con hermosísimas dedicatorias en las lápidas. En él hay muertos ilustres, sajones o no. Desde los ahogados de la fragata alemana Gneisenau a principios de siglo hasta el poeta vallisoletano Jorge Guillén.
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