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ELECCIONES EN EL PAÍS VASCO

Los enigmas de un corredor de fondo

Un europeísmo entusiasta y el discurso de la eficacia enmarcan las convicciones nacionalistas del próximo 'lehendakari'

Todo relevo tras un mandato prolongado se abre siempre con una incógnita. En el caso de Juan José Ibarretxe Markuartu, el sucesor virtual de José Antonio Ardanza en Ajuria Enea, ese espacio de duda aparece aumentado por su gusto por la reserva. Pese a llevar quince de sus 41 años en el primer plano de la política, el perfil de Ibarretxe como lehendakari está todavía por desarrollar. Es un folio en blanco.Tareas trascendentes no le van a faltar a este nacionalista de nueva generación que atrajo la atención de Xabier Arzalluz quizá por encarnar valores antagónicos a los que adornan la personalidad del líder del PNV: sentido cartesiano del orden, perseverancia, espíritu de conciliación y capacidad inagotable de trabajo. Condiciones todas que cuajarían en un magnífico ejecutivo pero que en Euskadi, donde política rima con vísceras e improvisación, ponen al futuro presidente del Gobierno vasco en la casilla de "pendiente de clasificación".

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Ibarretxe va a convertirse en el lehendakari más joven (Garaikoetxea llegó al cargo con un año más, 42, y Ardanza con 44) y en el primero nacido en Álava. Concretamente, en Llodio, una localidad industrial y mestiza, fronteriza con Vizcaya. Allí sigue residiendo con su mujer y sus dos hijas, a las que pretende sustraer de la vorágine de la responsabilidad que cae sobre sus hombros y en las que se refugió para resistirse a aceptar su designación más allá de lo que las convenciones internas de su partido dicen que es conveniente.

Porque la suavidad en las formas que muestra Ibarretxe resulta engañosa. Tras esa fachada aniñada, afable, algo tímida, existe un carácter muy definido, voluntad de discreción y mucha perseverancia. Parte de ella la ha puesto en el empeño de conseguir un nivel aceptable de euskera, cuyo conocimiento es condición no escrita para aspirar a Ajuria Enea. De ese jarabe de suavidad en las formas y firmeza en el fondo probaron dosis indigestas los representantes del Gobierno central que negociaron con él la ampliación del Concierto Económico vasco y que lo compararon con la tortura conocida como "la gota malaya".

Del lehendakari in péctore es difícil escuchar una palabra más alta que otra; y más todavía un juicio descalificatorio. Es de esos negociadores temibles que, si no pueden ganar convenciendo, lo hacen por agotamiento del contrario. El tópico del corredor de fondo cuadra en él como un traje a medida. Y no sólo porque sigue practicando el ciclismo de carretera con sus amigos de siempre -los "Fernández, González, Amorrortu y Uriarte", que tantos comentarios han suscitado en la campaña-. Con apenas 26 años, recién licenciado en Económicas, llegó a la alcaldía de Llodio y su primer reto fue hacer frente a las catastróficas inundaciones de 1983. Cuatro años más tarde presidió las Juntas Generales de Álava y posteriormente ha sido parlamentario vasco y, a través de la Fundación Sabino Arana, ha conocido las interioridades de Sabin Etxea .

Hasta ahora se ha movido con comodidad como segundo de Ardanza en el Gobierno vasco y como candidato en el que el PNV ha puesto todas sus complacencias. Lo ha hecho con un discurso pulidamente tecnocrático, que habla de eficacia y bienestar, y orilla los cantos más picudos del mensaje nacionalista predicado por otros prohombres de su partido. No obstante, su proyecto para el País Vasco queda en una nebulosa europeísta en la que cabe casi todo siempre que no sea traumático: desde un autonomismo progresivo hasta la independencia.

Quizá no habrá que esperar demasiado para que se desvele el perfil político de Ibarretxe y su capacidad para rodearse de equipos solventes. La agenda que se abre desde hoy mismo no admite dilaciones. A la complicada tarea de formar gobierno con la relación de fuerzas que han arrojado las urnas se suma, casi simultáneamente, la encomienda de conducir el proceso político que se abre Euskadi si la tregua indefinida de ETA desemboca en su adiós a las armas. Son dos retos de calado suficiente como para medir el temple y las condiciones políticas de un lehendakari. Porque no solo pondrán a prueba su capacidad para conciliar voluntades y proyectos antagónicos, sino porque pondrán más de una vez en colisión su identidad como militante del PNV y su papel institucional de representante de todos los vascos. ¿Serán suficientes la perseverancia y el método para tomar las decisiones acertadas?

Durante, la campaña, Ibarretxe ha tachonado con algunos detalles de energía su determinación de no ser un simple elemento decorativo en Ajuria Enea. Habrá que tenerlos en cuenta. Sabe que será el lehendakari del 2000 y que en un año su partido debe afrontar la delicada operación del relevo de Xabier Arzalluz.

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