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Tribuna:DE PASADA
Tribuna
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La oreja

Una oreja dibujada al carboncillo hace 154 años por un pintor llamado Dionisio Fierros que fue criado en la casa de los marqueses de san Damián por sus habilidades dibujísticas se ha convertido por capricho del diseñador y arquitecto malagueño Pepe Oyarzábal en el icono del cartel de la 13ª edición del festival de jazz de Málaga. La gran oreja no fue del gusto de Salomón Castiel o de Antonio Garrido, director del Teatro Cervantes y concejal de Cultura del Ayuntamiento de Málaga respectivamente, aunque al cabo dejaran hacer y luego negaran en público el desagrado. Probablemente acostumbrados a las sinestesias visuales de Oyarzábal les pareció poco una oreja para tanta Málaga. Quizá desconozcan la historia de Fierros como el ladrón del cráneo de Goya, leyenda que hasta Gaya Nuño juzga verosímil. De haber sabido que tras la mano que meció la oreja latía latrocinio tan ilustre, Garrido, maese cofrade y recopilador de anéccdotas luctuosas habría gritado de éxtasis. Resulta que Fierros acompañado del hijo de sus marqueses mecenas hizo en 1848 un viaje a la tumba en Burdeos del sordo de la Quinta con la intención de repatriar a España algo del genio. Profanaron. Y como prueba Fierros pintó un cuadro donde en primer plano brillaba una calavera. En el dorso del óleo, el marqués cómplice escribió: "doy fe que este cráneo está copiado al natural del de Goya". Resulta que, según cuenta Oyarzábal de buena fuente pues su mujer Maruxa Díaz-Fierros es bisnieta del sacrílego, el cráneo lució en vitrina en casa del pintor hasta que a su hijo Nicolás le dio por la medicina y se fijó en el romántico botín. Quiso conocer empíricamente cuántos huesos componen el cráneo humano. Para separarlos plantó judías mojadas en su interior y cegó luego la calavera. Cuando las legumbres embucharon, crecieron e hicieron presión interior en la canina hasta que occipitales y parietales del pintor de caprichos se desunieron. La ambición científica reventó la leyenda. Siglo y medio después en esta Málaga surrealista, a la que Rockberto de Tabletom evoca cannábica -"ay Málaga bonita que cabes en mi chinita"- en su disco La parte chunga, un diseñador cura de su sordera a Goya para que simbólicamente escuche las escalas cristalinas de Chano Domínguez o Michel Petrucciani. Cráneo por oreja en nombre de la música: una paz secreta que devuelve la razón al arte. Allí donde los monstruos aprenden de sus pesadillas.

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