Molotov
DÍAS EXTRAÑOSRAMÓN DE ESPAÑA Matar moscas a cañonazos sigue siendo una actividad a la que los humanos nos entregamos con un entusiasmo digno de mejor causa. Vean, si no, la que se ha armado con el grupo Molotov y su canción Puto, que ha suscitado la ira de los colectivos homosexuales cuando no es más que un nuevo intento de hacer algo que constituye la razón de ser del rock and roll desde los tiempos de Jerry Lee Lewis: tocar las narices. Esta actitud, que se perfeccionó durante los años sesenta gracias a los Beatles o a los Stones, alcanzó momentos álgidos en los setenta con los Sex Pistols, decayó en los ochenta y está bastante muerta en la actualidad, aunque ese payaso que se hace llamar Marilyn Manson se crea un sujeto transgresor y peligroso. Personalmente, no tengo un gran interés en Molotov (me ha pasado la edad), pero en unos tiempos fofos dominados musicalmente por Celine Dion o Alejandro Sanz, la presencia de esos cuatro gamberros del DF resulta de agradecer. ¿Que podían haberse ahorrado sus gracias seudohomófobas? Posiblemente. ¿Que está muy fresco el asesinato del pobre Matthew Sheperd a manos de un par de descerebrados? También. Pero, ¿es necesario poner el grito en el cielo ante un rebuzno punki?. Me parece que no. El error de Molotov consiste en hacer bromas de mal gusto sobre un colectivo que, con motivos, tiene la piel muy fina. Más les valdría haber dirigido sus bromas a colectivos seguros, de ésos que son tan conscientes de su poder que cualquier cosa que se les diga les entra por una oreja y les sale por la otra: banqueros, políticos, militares...Pero supongo que los mexicanos son conscientes de que tomarla con esa gente es perder el tiempo. Fieles a la consigna rockera de tocar las narices al personal, han optado por alguien que entre al trapo y se cabree fijo. Tengo la impresión de que judíos y homosexuales (dos colectivos machacados donde los haya) están equivocándose últimamente en algunos de sus objetivos. Empapelar a Pedro Varela o a los dos cenutrios que mataron al señor Sheperd es justo y necesario. Pero tomarla con el difunto Rainer Werner Fassbinder por una obra en la que sale un judío canalla o con el grupo Molotov por unos comentarios que, además, no significan exactamente en México lo mismo que aquí es errar el tiro. Hace un montón de años, el dibujante de cómics Gerard Lauzier me contó una historia que, según él, definía muy bien los tiempos que corrían. Lauzier había publicado el mismo mes dos historietas humorísticas: en una se ironizaba sobre la Virgen María y en la otra acerca del movimiento feminista. Mientras los cristianos se mantuvieron callados, las feministas pusieron verde al dibujante y hasta le llamaron a casa para ciscarse en todos sus muertos. Según Lauzier esto era muy grave, pues demostraba que la izquierda estaba asumiendo el papel tradicional de la derecha y su legendaria capacidad para escandalizarse y entronizar temas supuestamente sagrados. No vale aquí la teoría de que se empieza cantando matarile al maricón y se acaba linchando homosexuales. También los Sex Pistols pedían que se ejecutara a la familia real británica y, que yo sepa, la reina sigue muy bien de salud. Flaco favor se le hace a la causa del progresismo indignándose ante lo que no es más que un confuso delirio juvenil que está en la base del rock and roll y que confiere a éste su necesario carácter de eructo social. A fin de cuentas, puede que Elton John sea un homosexual concienciado que colabora en la lucha contra el sida, pero no ha compuesto una canción decente en los últimos 20 años.
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