"El País Vasco no perderá su oportunidad porque los que tienen poder son prácticos"
Robert S. Winter (Tánger, 1941), doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Illinois (Estados Unidos), lleva ya un año y medio viviendo en San Sebastián, donde dirige la cátedra de Calidad de la Universidad del País Vasco, pero aún no acierta a comprender la terminología de la política vasca. Pregunta. ¿Qué es lo que más le llamó la atención cuando llegó al País Vasco? Respuesta. Una de las cosas que más me sorprendió fue que no se vieran banderas españolas. Tampoco he oído el himno español. O que llegando de Cantabria me encontrara con un cartel que dice "bienvenido al País Vasco". P. ¿Qué imagen tenía de los vascos? R. Cuando viví en Argentina tenía la imagen de un pueblo con mucho carácter y orgullo nacional, que era casi un país a los dos lados de los Pirineos. Luego residí en Chicago, adonde llegaban las noticias malas, que sólo las empezó a contrarrestar el Guggenheim. Cuando llegué a San Sebastián había gente que me telefoneaba desde Estados Unidos porque pensaba que vivíamos en un lugar peligroso, pero le aseguro que Chicago es un lugar mucho más peligroso que el País Vasco. P. ¿Tuvo problemas para integrarse en la sociedad vasca? R. Lo primero que capturé fue la belleza de la naturaleza de este país y la amabilidad de sus gentes. Rápidamente nos sentimos en casa. Ahora bien, el carácter vasco es un poco cerrado y hasta que no te ganas su confianza es difícil hablar de política. Luego te das cuenta de que para entender el País Vasco hay que conocer su historia, sus tradiciones y el idioma, que es imposible para un extranjero. P. ¿Cuál es su mirada sobre el panorama político vasco? R. El día más frustrante para leer el periódico es el lunes, porque lees a mucha gente utilizando las mismas palabras para decir que sus planteamientos son los correctos y no los de sus adversarios. No lo entiendo. Aquí la política es más confusa, ni mejor ni peor que en otros lugares. En Estados Unidos hay dos partidos con rasgos conservadores y liberales, mientras que aquí hay muchísimas siglas. P. Usted visitó España hace 20 años. ¿Qué diferencias observa ahora? R. Es una España muy diferente, ha dado un gran salto y ha llevado a cabo una gran descentralización, aunque persisten algunas cuestiones llamativas, como que el Ministerio de Educación decida qué Historia se va a enseñar en el País Vasco. Creo que no tiene ningún sentido. P. ¿Cuál es su punto de vista sobre el problema vasco? R. Como extranjero creo que el problema es conseguir la paz, no sólo el silencio de las armas. Una paz diferente en el sentido de que haya una oportunidad real de hablar y escuchar que aún le falta a España, quizás porque no ha habido una oportunidad, y así difícilmente llegaremos a un consenso. Un político dice autonomía, otro democracia..., no lo entiendo. Jordi Pujol dijo que España no es un país, y no le entendí. ¿Puede sobrevivir una región en el mundo? Por otra parte, la juventud aquí ha nacido en un ambiente de violencia y con la perspectiva de no poder trabajar. Es un entorno que mata las esperanzas. Mi hija, de 14 años, suele decirme que no comprende cómo sus amigos no tienen una idea de lo que van a hacer en su futuro. Mi hija cambiará diez veces de planes, pero tiene en cada momento una visión de cómo quiere que sea su porvenir. P. ¿Qué es lo primero que haría si fuera lehendakari? R. Daría pasos mirando a otras experiencias. Cuando el encuentro es difícil, los problemas se resuelven con ayuda externa. Por ejemplo, en Suráfrica lo consiguieron con la mediación de un grupo de expertos de Harvard, algo similar a lo que Clinton ha hecho en Irlanda. Quizás Tony Blair podría jugar ese papel en este país. P. ¿Por qué Tony Blair? R. Porque tiene relación con José María Aznar, ha conocido el proceso irlandés y no tiene, que se sepa, ningún interés partidista respecto al País Vasco. Es un hombre con energía y que podría jugar un papel con cierta neutralidad. P. ¿La tregua obtendría el certificado de calidad? R. Supone un paso inmenso que facilitará que otros problemas adquieran importancia. Creo que ETA hace un esfuerzo real y que las reacciones, al principio suspicaces, están siendo de aprovechar el momento. Cuando llegué aquí veía desfiles, los ertzainas con las máscaras... y me entristecía, porque al final todos son víctimas, no hay ganadores o perdedores. Ahora parece que ETA ha asumido un riesgo. P. ¿Percibe que en el País Vasco haya dos comunidades? R. No. Muchas veces lo que los políticos dicen no refleja los valores vigentes en la sociedad. Se nota que el euskera es más importante en San Sebastián que en Bilbao, y a mi hija le han hecho algunos chistes por "americana", pero en un tono amable. No nos sentimos excluidos. P. ¿Cuál es su juicio sobre la campaña electoral? R. Es muy civilizado que sea tan corta, porque en Estados Unidos las elecciones presidenciales durarán diez meses y se gastará un dineral. También me gusta que haya paneles para colocar los carteles; allá te encuentras las calles, paredes y farolas llenas de propaganda. Además recurren a ataques muy personales e insultantes, se ha deteriorado la pugna electoral. Aquí las discusiones son fuertes, pero no he captado esos insultos a la persona. P. ¿Quién es el mejor orador de la campaña? R. No sabría decantarme entre los candidatos a lehendakari. Entre los políticos me gusta la manera en la que se presenta Román Sudupe [diputado general de Guipuzcoa]. P. ¿Se pueden aplicar criterios de calidad a la política? R. Sí, en términos de mejora continua para llevar a un país a determinadas metas. Sin embargo, hay elementos de la política que se pueden mejorar. P. ¿Cómo vislumbra el futuro del País Vasco? R. El instinto me dice que, al final, los que tienen poder e influencia son prácticos, pragmáticos, y el País Vasco no va a perder la oportunidad de ser parte activa de la nueva Europa. La única duda es cómo se va a definir esta región vasca, porque hay gente acá que quiere hacerlo realmente bien, que es disciplinada y que trabaja con lealtad a la región.
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