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Reportaje:

La guerra en Kosovo ignora los compromisos de paz

Ni el acuerdo entre Holbrooke y Milosevic, ni la OTAN, impiden que serbios y albaneses se sigan matando

ENVIADO ESPECIALFehmi Kastrati, un joven albanés de 20 años, uno de los 10 hijos, seis hombres y cuatro mujeres, de una familia musulmana de Kisna Reka, un pueblo situado 20 kilómetros al suroeste de Pristina, la capital de la provincia serbia de Kosovo, no verá la independencia por la que luchó. El joven murió el viernes durante un enfrentamiento con la policía militarizada serbia en Ladrovc, en la región de Drenica. Un grupo de unos 40 combatientes, compañeros de armas del muerto en el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), lo enterraron ayer en una colina de la zona, al lado del campamento donde se hacina su familia con otros centenares de fugitivos. La muerte de Fehmi no deja un hueco en las filas del ELK. Ante la tumba abierta de Fehmi, en presencia de sus familiares dolientes, su hermano de 18 años recibió el relevo y anunció: "Voy a combatir hasta la muerte".

Ni los acuerdos entre el negociador norteamericano Richard Holbrooke y el presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic; ni las resoluciones de la ONU; ni la firma de convenios para la verificación por tierra de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE); ni la observación desde el aire por parte de los aviones de la OTAN han impedido que en Kosovo serbios y albaneses continúen la guerra y se maten.

En la noche de este viernes, le tocó morir a este joven albanés de 20 años, combatiente del ELK. Ayer al mediodía, en un día de un sol maravilloso de otoño, 40 combatientes uniformados y armados del ELK y unos 300 albaneses que viven en las montañas, fugitivos y temerosos de regresar a sus casas, en gran parte quemadas o saqueadas, enterraron al joven Fehmi Kastrati, hijo de Ibrahim, entre lágrimas.

Pocos minutos antes del mediodía, se acercó por el camino de la montaña, en un lugar a cinco kilómetros de Kisna Reka, la comitiva con el cadáver. Marchaban en primera fila dos chicas veinteañeras, vestidas de negro de arriba abajo y armadas con subfusiles AK 47, más conocidos como Kaláshnikov de fabricación china y adquiridos casi con seguridad en la vecina Albania. Seguían en doble fila 40 combatientes del ELK, uniformados y con el mismo armamento. El cadáver, según la tradición musulmana, iba amortajado y cubierto del todo por una tela blanca con la bandera albanesa encima. Al final de la comitiva, seguía la familia del caído y unos 300 kosovares.

Al llegar a la tumba, abierta esa misma mañana, los reunidos guardaron un minuto de silencio, en homenaje al combatiente caído. Un compañero del batallón del ELK se dirigió a los presentes y, tras referirse al dolor de todos y decir que "cayó como un héroe", añadió: "Vamos a transformar este dolor en fuerza y odio contra el enemigo". Explica que le habían puesto el mote de Dinamita, por su participación en un sinfín de combates contra los serbios: "Ayer cayó, en la flor de la juventud, por esta tierra y por su pueblo, que ha sufrido tanto. ¡Larga vida a las madres que traen al mundo y educan hijos como Dinamita! ¡Que la tierra de Kosovo lo acoja!". Tomó la palabra después un vecino, quien explicó que Fehmi procedía de una familia pobre y era el tercero de 10 hermanos, que no pudo concluir sus estudios por falta de recursos. Siguió el comandante del batallón del ELK, que se refirió a las últimas palabras del muerto: "Antes de morir me dijo "lleva mi fusil y esta cinta del pelo a mi hermano, para que él continúe mi tarea". Que sus últimas palabras sean un llamamiento a todos nuestros hermanos para tomar las armas contra el enemigo". A continuación, el comandante del ELK se volvió al hermano del muerto, un joven de 18 años, le ciñó al pelo una cinta roja con el emblema del ELK y le abrazó, mientras de los ojos de casi todos los presentes brotaban las lágrimas y un sollozo se ahogó en las gargantas.

Después se retiró la formación del ELK y sólo quedaron los mandos, una media docena, que permanecieron allí durante la breve celebración religiosa. Ajenas a la ceremonia y a la emoción del momento, una docena de cabras subía por el camino y rompía el silencio con el sonido de sus cencerros. Un imán, rodeado de los ancianos, rezó una oración y pronunció varias veces la frase "¡Alá es grande!". Después leyó unos pasajes del Corán y dijo: "La tierra acoge a los héroes como él. Los que hacen el mal responderán algún día de sus actos". Las mujeres siguen la ceremonia unos metros más bajo. Algunas llevan la cabeza cubierta con pañuelos.

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El hermano del muerto afirmó, a preguntas de este periódico: "Voy a hacer lo que todos los albaneses se han comprometido a hacer. Iré hasta el final. Voy a combatir hasta la muerte. No sólo yo. Todos los albaneses van a hacer lo mismo". Luego continuó: "Voy a combatir como mi hermano. No quiero vivir bajo la dominación serbia. Nosotros estábamos a favor del diálogo durante varios años, pero nos han obligado a defendernos y a defender nuestras familias de las matanzas". A la pregunta de qué simboliza la cinta roja que le pusieron en el pelo, el joven respondió: "Es el símbolo de la libertad del pueblo albanés. Sin su libertad, el pueblo albanés jamás quedará en paz. Vamos a conquistar la libertad con nuestra sangre y no con las mentiras de Milosevic".

La madre del joven muerto y del nuevo combatiente del ELK, una mujer de aspecto campesino, explica que recibió la noticia en la medianoche del viernes al sábado. Con firmeza, afirma la mujer sentirse "orgullosa de que mi hijo haya muerto por Kosovo. Tengo otros cinco y ellos van a continuar la lucha de su hermano muerto".

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