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Ha vuelto

Al tercer año, qué digo, al vigésimo segundo resucitó. Franco está con vosotros, et cum spiritu tuo y con los gilmarbellís, por el arte de su alcalde. El que no está es su brazo derecho, el teniente alcalde. Se ha ido y el alcalde ha sustituido al teniente por un general, el caudillo de las Españas. Pierde un brazo y coloca una cabeza de bronce sobre un busto incrustado de medallas. En un tiempo en el que los VoVis -no los Geos ni los Scouts- son condenados por actos relacionados con el hecho de pedir limosna con gorra para salir del hambre del paro; en un tiempo en el que siguen condenando a jornaleros por no desalojar una finca, que hoy es suya; en un tiempo en el que el violador del Ensanche, tras 14 años en otro paro vuelve a pasear con libertad, en tratamiento y con trabajo; y los posibles responsables del barco de la muerte siguen callejeando por Bañolas porque lo manda otro juez mientras discuten Ayuntamiento y Marina. Entretanto, los familiares de los jubilados ahogados entierran a sus muertos, y Jesús Gil nos trae un busto sin canalillo. A pretexto del arte coloca, en su pueblo, a la persona que mandó en la España libre. Y lo expone en Marbella porque, según dice, él no es de ninguna ideología. No extrañaría que terminara donando el busto a Alfacar para que presida el campo de fútbol donde tocarán las pelotas por encima del recuerdo de Lorca y de otros lorcas de la época del general. Claro que si dice que no es de ninguna ideología habrá que preguntarse qué política es la de su partido. A lo peor es de la del busto, porque el busto es suyo, no nuestro, salvo que, de verdad, carezca de ideología, en cuyo caso qué es éste partido, y a qué juegan sus votantes. Un gesto desempolvante que puede responder a un momento y a una situación. No se quita el polvo a un busto de este calibre -nueve milímetros por lo menos- si no hay polvareda, y bien que la está levantando la fiscalía anticorrupción, aunque puede que no se haya marchado el brazo fuerte por esta razón, ni los demás tampoco, porque el barco sigue navegando, y no como el de Bañolas. En casos así se aconseja encomendarse. Algunos van a Lourdes y otros, adelantándose al resultado del proceso de beatificación, al busto. En fin, el busto ha vuelto y pocos milagros puede hacer; lo otro, a estas alturas, es más difícil. Pero ese arte, que descansa en la nostalgia y en el pasado más triste, no es de esta Tierra, la de todos los andaluces, que tiene y hace su historia, y además goza de buena memoria.EUGENIO SUÁREZ PALOMARES

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