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CRISIS EN LOS BALCANES

Los habitantes de Belgrado afrontan con fatalismo la cuenta atrás del bombardeo

Carteles por la ciudad advierten que "no habrá perdón" para quien traicione a Kosovo

Las calles de Belgrado, la capital yugoslava, no dan la impresión de una ciudad que espera en los próximos días bombardeos de la OTAN. Sus habitantes hablan por todas partes del tema, pero parecen dotados de, al menos, dos mecanismos psicológicos de defensa: una buena dosis de fatalismo y la célebre política del avestruz, es decir, esconder la cabeza para no ver una realidad cada vez más desagradable.

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Por el centro de Belgrado han aparecido estos días carteles pegados en las paredes en los que se lee: "SE HACE SABER. A todo serbio que traicione la tierra santa de Kosovo y Metojia. No habrá perdón. No habrá perdón. No habrá perdón". Nada menos que tres veces advierten unos llamados Defensores de Kosovo sobre lo que espera a los traidores. Al lado de uno de esos carteles, un vendedor de periódicos reconoce que está preocupado, "¿y quién no?", ante un posible ataque de la OTAN. Junto a él, un cambista ilegal representa una actitud muy extendida estos días y que más de uno explica como un hábito adquirido en los casi 10 años que Slobodan Milosevic lleva como hombre fuerte en Serbia: una elevada dosis de cinismo. El cambista le cuenta al quiosquero que lo de los bombardeos es como la Nochevieja, y explica que hace un par de días le preguntó a un señor que qué pensaba hacer, en caso de bombardeo, y éste le respondió: "Lo pasaremos con modestia. En casa, con la familia".

Mercado negro

La posibilidad de los bombardeos repercute sobre el tipo de cambio en el mercado negro. En vez de los habituales 6,50 dinares por cada marco alemán, estos días se pagan hasta 6,70. No es la única consecuencia para los bolsillos de la posible guerra. El Parlamento federal yugoslavo aprobó una ley, con motivo de los gastos de guerra, que eleva el IVA de los productos y servicios entre un 0,6 y un 4%.En el supermercado Alonso, que lleva ese nombre por un español que invirtió en ese ramo, no se advierte un ambiente de compras excesivas, producto del pánico o de la obsesión por acaparar alimentos. Las estanterías aparecen abastecidas con todos los productos. Miroslav, de 42 años, productor de televisión, lleva un carro cargado hasta los topes, pero afirma que se trata de su compra normal. Asegura Miroslav que no tiene miedo a un posible bombardeo: "Supongo que no serán tan locos, como para hacer una guerra. Y si pasa, pasa. No hay nada que hacer".

Al lado del supermercado Alonso, ha instalado un tenderete de frutas y hortalizas Pedrag, un cerrajero de 48 años, que trata de mejorar sus ingresos con ese negocio complementario, porque "no se puede vivir del sueldo y hay que hacer algo más". En la fábrica, Pedrag, que tiene tres hijos, dice que sólo gana 200 dinares (algo menos de 3.000 pesetas) cada cuatro meses, porque no hay trabajo. En el puesto ambulante de frutas, huevos y verduras, los gana a veces en un día. Asegura Pedrag que el supermercado hace buen negocio con el miedo a la guerra: "El encargado me dijo que antes vendían unos 120.000 dinares (1,7 millones de pesetas) al día y ahora venden el doble". Tampoco tiene miedo Pedrag, porque cree que "no lo van a hacer. No están locos. Ya estamos bombardeados con los bajos sueldos. No necesitamos más".

La idea de que las cosas no pueden ir peor resulta casi palpable. En una encuesta del semanario Evropljanin (El europeo), un obrero de 40 años, Rajko Jovanovic, afirma: "Mejor que me tiren las bombas encima cuanto antes, para acabar con mis miserias. Estoy enfermo y no tengo medios para sostenerme ni a mí ni a mi familia. No hay ayuda de ninguna parte. A mi mujer la operaron hace poco y el dueño pide 150 marcos (12.750 pesetas) de alquiler. Tengo tres dinares en el bolsillo (menos de 45 pesetas). ¿Cómo voy a dar de comer a mis hijos?".

Un taxista joven cuenta que estuvo hace días en su pueblo y que cuando le preguntaron por los bombardeos, respondió: "Estoy bajo tanto estrés, tengo tantas cosas en la cabeza, que no puedo pensar en eso. Es demasiado para mí". Comenta el caso de un señor que le mostró en el taxi el periódico con titulares de aumento de impuestos y le hizo este comentario: "Tienen que bombardearnos. Es la única solución".

En el Media Center, un club de prensa en el centro de Belgrado, los periodistas toman copas en el café y comentan la situación. Milan Milosevic, del semanario Vreme (Tiempo), comenta con aire resignado: "Aquí estamos, esperando a Godot, en un estado permanente de incertidumbre. Mucha gente trata de ignorar el peligro y el ambiente general es de un sereno fatalismo". Está convencido de que la psicosis de guerra fortalece al régimen y aporta el ejemplo de una reciente encuesta realizada por el canal de televisión independiente Estudio B. Un telespectador llamó al programa y aseguró: "Éste es el último intento de Estados Unidos para fortalecer el poder de Milosevic". Entre los opositores políticos, en los medios de comunicación críticos e independientes del poder, no cabe la menor duda de que la intervención de la OTAN favorece al régimen de Milosevic. Dragoljub Zarkovic, en Vreme, expone sus razones contra el bombardeo: "No está del todo claro lo que la primera potencia mundial exige de Milosevic. A los mejor, sólo lo saben Milosevic y Holbrooke . A los demás, nos parece que van a bombardearnos así porque sí. No se ve cómo Yugoslavia será menos amenazadora para la paz mundial después del bombardeo. Al contrario, parece que la paz estaría más en peligro. El número de víctimas aumentaría, la catástrofe humanitaria sería total y el Gobierno en Belgrado más brutal".

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