RIP
Acaba de morir el inventor del tacón de aguja, un tal Roger Vivier. No hay nada gratis en la naturaleza: todo hay que inventarlo o sembrarlo. Uno creía que la aguja era una prolongación del espolón calcáneo, una consecuencia lógica del talón de Aquiles, una deducción orgánica, en fin, y parece que no, que era un hallazgo artificial, lo mismo que la máquina de vapor, el microondas o la bicicleta. Ha fallecido, pues. En cierto modo, nos hemos quedado sin el inventor de la media de cristal, que es el desenlace imaginario del tacón de aguja. En mi época estaba todo prohibido, pero a los censores se les escapó viva la lencería del pie, obsesionados como vivían con la de la ingle, aunque bastaba ver un tacón afilado para imaginarse enseguida el liguero, incluso si uno no conocía su existencia. El liguero es una metástasis del tacón de aguja, de ahí que aparezca en el encéfalo antes que en el muslo.Total, que los modistas expresan la perversión latente. A lo mejor va a ser verdad que son artistas. El liguero, de hecho, lo teníamos todos en la punta de la lengua lo mismo que el tacón de aguja en la cabeza (a veces, clavado), pero a lo mejor lo inventó alguien con nombre y apellidos, que cualquier día de estos va y se muere, como Roger Vivier, el pobre. Y hablando de defunciones, hay que reconocer que el liguero tiene algo de esquela, al menos el negro, que es el de verdad. Los de colores son mistificaciones con las que más tarde pretendieron hacernos creer que el sexo era alegre cuando hasta en Francia llaman al orgasmo la pequeña muerte.
Descanse en paz Vivier, que entregó su vida a los suburbios del cuerpo. Sin él, nuestro onanismo periférico habría sido menos afilado. Podríamos decir que fue el inventor de la masturbación con aguja, que es al sexo lo que el champán al vino blanco. Muchas gracias.
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