_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

De caballos, política y cultura

JAVIER UGARTE Con la política ocurre como con los caballos, son peligrosos sólo para quienes no son jinetes. Llevamos un tiempo con el potro de la política desbocado, tal vez porque carecemos de verdaderos jinetes entre nosotros. Sea como fuere, el hecho es que aquélla lo impregna todo y todo lo emborrona con un tono bronco y nada amable. Es cierto. En esas circunstancias, uno siente la necesidad de alejarse de lo político y de su ruido; la necesidad de refugiarse en otras dimensiones de lo humano. Algo de esto venía a expresar estos días el escritor Bernardo Atxaga. Los políticos, decía, tienen una sorprendente falta de teoría que se rellena con material agresivo. Van a conseguir la fractura de esta sociedad en dos comunidades, concluía. Frente a ello proponía la introspección, el conocimiento verdadero de lo que uno es; huir de la actitud del turista, superficial y falsa (recurría para ilustrarlo a los tópicos de uno de tantos viajeros románticos del pasado siglo: el francés Téophile Gautier), y volverse hacia la cultura como el territorio en el que el encuentro es aún posible. No es el primero en ver las cosas de ese modo, ni será el último, claro. Algunos ilustrados españoles creían que sólo el arte hacía al hombre libre mientras que la política podía paralizarle; era la capacidad creativa frente a la razón práctica. Goya pintó a su amigo Jovellanos (1798) aquejado de quietud, decididamente desocupado y paralizado por las doradas cadenas de la Corte (había sido nombrado ministro de Carlos IV el año anterior). También los jacobinos renanos, discípulos de Kant, creían que el ejercicio de la libertad debía estar precedido de un largo esfuerzo de educación y moralización individuales. Ha sido una idea por lo demás recurrente, con sus correspondientes versiones locales. Y, en lo que aquí toca, Atxaga tiene su punto de razón. Hoy y aquí se da una comunicación fluida y rica entre creadores (escritores, músicos o cineastas) de distinta tradición y geografía, un contacto que ya quisiéramos en otros esferas de actividad. No es algo casual sino buscado, una forma de contagio mutuo, de saludable contaminación y mixtura. Por lo demás, pese a lo que digan aguerridos juristas y politólogos, las sociedades no logran su cohesión normativamente, a partir de la ley y el derecho, sino a partir de la aceptación de ciertas convenciones compartidas, ciertos valores sustantivos y comunes. En ese terreno puede mucho la lluvia fina de la cultura, su papel resulta esencial. Pero -y aquí discreparía con el escritor- en el País Vasco, más allá de una evidente pluralidad, existen al menos dos grupos de convenciones (con todas las gradaciones intermedias) que delimitan dos colectivos culturalmente cerrados. No hay exactamente dos comunidades, y menos enfrentadas como en Irlanda, pero sí valores contrapuestos según el entorno en el que se expresen. Así, la euskaldunización tiene un valor positivo para unos, mientras que lo tiene negativo para otros (y lo tiene en términos absolutos); lo que para unos es ir a Iparralde, es para otros ir a Francia. No se trata de establecer una razón (hay una cultura más comunitaria y tradicional frente a otra más abierta y racional), sino de que son dos mundos de convenciones inconexos y opuestos. Y ahí sí, en la construcción de esos dos universos culturales (sobre los que, por cierto, cabalga la trifulca partidaria) tienen responsabilidad, pasada y de futuro, los creadores de este país. Hay quien ha solido alimentar esos dos mundos que se ignoran. Bueno sería que, conscientes de la fractura, ayudaran a suturarla desechando, como dice Atxaga, los tan arraigados tópicos románticos. Aún así, hay distancias que sólo se pueden recorrer a caballo. La política es útil siempre, y en determinadas circunstancias, obligada para imprimir una velocidad al cambio que la simple construcción del individuo no es capaz de alcanzar. Tal vez necesitemos jinetes de verdad, pero los políticos no son culpables siempre y de todo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_