Perverso círculo
MANUEL PERIS En vísperas del 9 d"Octubre me viene a la cabeza aquella lamentable historia sucedida durante una de las campañas de Malborough (el de la cancioncita de "Mambrú se fue a la guerra...") contra los ejércitos napoleónicos. Un gran mono, jamás visto en Inglaterra, escapó al poco de ser introducido en la isla por sus captores de ultramar. Lo atraparon en un pueblo de mala muerte. Allí fue interrogado por una corte militar que interpretó sus aullidos como palabras francesas. Acabó condenado por espionaje y ajusticiado en la horca. Qué espanto. En vísperas del 9 d"Octubre, fabulo con la posibilidad de que al salir a la calle hubieran sustituido las miles de senyeras de los mástiles publicitarios que instaló Rita Barberá por banderas españolas, conjeturo con la eventualidad de que los homenajes al himno regional y a la senyera en la que estos días se envuelve Zaplana se hicieran al himno nacional y a la rojigualda y tengo la convicción de que volvería rápidamente a la cama para retomar el sueño y escapar de la pesadilla. Si al salir hoy a la calle me tropezara con una ingente procesión detrás de la bandera española camino de la catedral, no perdería el tiempo intentando comprobar si había vuelto a la infancia, o si se trataba de un sueño surrealista con una manifestación de probos estanqueros. Simplemente, reprimiría mi curiosidad por saber en qué general se ha reencarnado Francisco Franco y tomaría el camino del exilio. Acabar con todas las patrias debería ser objetivo principal de los demócratas de este fin de siglo, el siglo de la globalización, pero también, todavía, el siglo de las desigualdades y de los nacionalismos. En nombre de la patria (incluida la soviética) se han producido las mayores carnicerías de la historia de la humanidad. Lo intuyó Maupassant, "el patriotismo es el huevo de donde nacen las guerras". El patriotismo es una trampa para los desheredados. Es el último recurso de los demagogos y el gran refugio de los asesinos a costa de los nacionalistas de buena fe. Pero como a este país siguen intentándole amputar una de sus lenguas y una parte importantísima de su cultura, salta la legítima autodefensa y no salimos del círculo vicioso del nacionalismo redentor frente al nacionalismo opresor. Perverso ciclo. Con todo, no deja de ser saludable ver cómo por pura aritmética parlamentaria, se le resquebraja a Aznar el rancio nacionalismo español que propugnaba en la oposición. Aunque no seamos ingenuos, si se acaba reconociendo el legítimo derecho a la autodeterminación para los vascos, indirectamente se fomentará el momio españolista, completando el círculo perverso. El desarrollo del estado autonómico constitucional tenía atractivo porque diluía la patria franquista y en la medida en que descentralizaba, extendía los ámbitos de participación democrática, posibilitando la recuperación de lenguas y culturas reprimidas. Si la construcción europea tiene sentido es porque difumina las patrias y asegura la paz. Por eso el peligro de hacer de Europa otra patria, reserva económica y de alambradas frente al Tercer Mundo. Los ecologistas de la Roma clásica lo sabían bien: "Como al pez las aguas del océano y al pájaro la inmensidad del aire, así al hombre virtuoso cualquier lugar de la tierra le sirve de patria". Y hoy, aquí, ¿qué hacemos? Han cambiado las banderas, pero el 9 d"Octubre se parece cada vez más a la otra fiesta nacional.
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