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Reportaje:

Los limpiaparabrisas "toman" los semáforos

Efectuar diariamente una o más veces idéntico trayecto en coche por la ciudad de Barcelona puede resultar molesto para el conductor si en algún punto del recorrido se encuentra un semáforo ocupado por un limpiaparabrisas o un vendedor de kleenex o de gamuzas. En un día, a un mismo automovilista le pueden limpiar el cristal delantero del coche hasta cuatro veces, y a menudo sin dar su consentimiento. En ocasiones, el acoso que sufren los conductores se agudiza si estos trabajadores callejeros adoptan una actitud agresiva. Pese a que son muchos los conductores que se quejan de la proliferación de limpiaparabrisas, el Ayuntamiento calcula que en la actualidad no son más de un centenar las personas que tienen su puesto de trabajo junto a algún semáforo de la ciudad. El consistorio barcelonés asegura que tiene "controlado" este fenómeno. "Nuestro deber es evitar que estas prácticas degeneren en violencia, pero no podemos impedirlas porque no son ilegales", afirman fuentes municipales. Hace cinco años hubo un intento de sacar de la calle a estas personas y darles una oportunidad para integrarse en el mundo laboral. El Departamento de Bienestar Social de la Generalitat firmó un convenio con la asociación de estaciones de servicio de Barcelona para favorecer su traslado de la calle a este tipo de establecimientos, donde podían trabajar con contrato de aprendiz. La Generalitat les facilitó cursos de formación y asumió los costes de su contratación laboral, y las gasolineras les ofrecieron un lugar para trabajar fuera de la calle y una oportunidad de promoción laboral. "Limpiaban parabrisas o hinchaban neumáticos, y además del pequeño sueldo que cobraban, recibían a menudo cuantiosas propinas", asegura el presidente de la asociación de estaciones de servicio de Barcelona, Manuel Amadeo. En su opinión, el programa "benefició a muchos chavales, que progresaron y encontraron nuevas ocupaciones mejor cualificadas en la misma gasolinera o en otra empresa". Sin embargo, asegura Amadeo, "algo falló de la iniciativa y acabó fracasando". Según Bienestar Social y el Ayuntamiento, los jóvenes volvieron a la calle "seguramente porque allí ganaban más dinero y podían trabajar a su aire, sin horarios ni obligaciones". El Ayuntamiento de Barcelona asegura que las personas que se dedican a limpiar parabrisas o vender kleenex en los semáforos se localizan en zonas muy concretas de determinados barrios. Por norma general, explican fuentes municipales, la Zona Franca es uno de los puntos de la ciudad donde se concentra mayor número de toxicómanos. "Éstos son los más agresivos, porque necesitan dinero con urgencia y a menudo llegan a violentar al conductor que se niega a darles una propina", aseguran fuentes municipales. El joven J. A. C., un albañil de 23 años que desde hace siete meses intenta salir de la miseria en uno de los semáforos del transitado paseo de la Zona Franca, es un testigo habitual de este tipo de conductas. "Yo siempre pregunto al conductor si quiere que le limpie el parabrisas. Pero por esta zona hay muchos drogadictos que se abalanzan sobre el cristal del primer coche que se para y empiezan a fregar sin pedir permiso", explica. "A veces, el conductor les da propina a regañadientes, pero en ocasiones no les pagan nada. Entonces reciben algún insulto o ven caer un escupitajo sobre el cristal recién limpiado de su automóvil", añade. J. A. C. se adjudicó un semáforo de la Zona Franca cuando se le acabó el contrato de trabajo. "Me han subido el alquiler del piso a 57.000 pesetas y tengo que mantener a mi hija y a mi mujer, que está en paro como yo", explica. Con siete horas diarias de limpiar parabrisas no se saca más de 2.000 pesetas. "Los conductores dan muy poco, están cansados porque cada día somos más los que nos dedicamos a esto y cada vez hay más agresividad", lamenta. En los casos en los que el conductor se siente coaccionado, la Guardia Urbana sólo puede intervenir si hay denuncia, pero esto ocurre muy de vez en cuando. "Normalmente, el conductor prefiere aguantar los insultos a enfrentarse con la persona que le pide la propina o a denunciarla". La mayoría de las actuaciones de la Guardia Urbana se producen cuando esta actividad se convierte en un problema para el tráfico. Ello suele ocurrir en la esquina de la calle del Capitán Arenas con la avenida Diagonal, un punto habitualmente muy transitado. Allí acude cada día sin falta Dolores, de 16 años, casada y con una hija de dos años. A primera hora de la mañana, la joven deja a la niña a cargo de su abuela, que vive en una de las destartaladas chabolas del antiguo cámping Barcino de Esplugues de Llobregat, y llega en autobús hasta Capitán Arenas. Entre la mañana y la tarde no gana más de 2.000 pesetas al día. "No me da para vivir, pero prefiero hacer esto antes que robar", asevera.

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