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FERIA DE OTOÑO

Pie a tierra

Los tres rejoneadores echaron pie a tierra con diversa fortuna. Joâo Moura descabalgó en su primer toro y lo liquidó de un descabello. Es el que tuvo mejor suerte. Fermín Bohórquez lo hizo en el tercero para adornarse mientras le entraba al toro la tembladera mortis, cuando dobló le dio la espalda saludando triunfal a la afición, y el toro, que no había doblado exactamente -y vivía- le metió el pitón por salva sea la parte. No le causó perjuicios, excepto levantarle de la tierra los pies que había echado allá, pero el susto no hay quien se lo quite. Leonardo Hernández echó pie a tierra en sus dos toros y le costó perder sendos triunfos pues con el descabello que blandía con propósitos toricidas no daba una. El segundo de poco se lo echan al corral. A la manera de los boxeadores groguis, le salvó la campana.Las actuaciones de Leonardo Hernández habían sido excelentes, las cosas como son. Con menor mérito en el segundo de la tarde, que fue el único boyante de la corrida, con mayor en el quinto, cuya mansedumbre consiguió dominar.

Ortigao / Tres rejoneadores Toros exageradamente desmochados para rejoneo de Ortigao Costa, mansos

Joâo Moura: pinchazo, dos pasadas sin clavar, rejón trasero caído y, pie a tierra, descabello (palmas); rejón trasero (vuelta con algunas protestas). Leonardo Hernández: rejón atravesado muy trasero caído y, pie a tierra, cuatro descabellos (aplausos y saludos); rejón atravesado bajo, rueda de peones, descabello -primer aviso-, tres descabellos -segundo aviso- y descabello (ovación y saludos). Fermín Bohórquez: rejón ladeado (vuelta protestada); rejón ladeado (oreja con minoritaria petición). Plaza de Las Ventas, 2 de octubre. 1ª corrida de la Feria de Otoño. Tres cuartos de entrada.

La estrategia consistió en desengañar su temperamento reservón y encelarle la embestida remisa mediante una cabalgada en la que llevaba la embestida fija en la propia anca. Recorrida media circunferencia al hilo de las tablas, el toro ya se recrecía y pudo prenderle banderillas con precisa reunión, entrando en corto y por derecho.

El alarde ya lo había hecho Hernández en su toro anterior, al que llevó pegado al rabo en el transcurso de una vuelta completa al redondel recorriéndolo al hilo de las tablas. Sin embargo, siendo ese toro codicioso y noble, la suerte resultaba más espectacular que necesaria y quedó un poco para la galería. Luego trenzó piruetas, y dio pasadas de ida y vuelta por terrenos inverosímiles, a la manera de Pablo Hermoso de Mendoza con su caballo Cagancho, que han sentado escuela.

Un rejón no bastó para abatir al primero de esos toros y Leonardo Hernández, pie a tierra, falló con el descabello, lo que enfrió los entusiasmos. Otro rejón defectuoso tampoco bastaba para tumbar al quinto toro y aunque era evidente que el animal seguía vivito y coleando, y arreaba a cuantos se ponían cerca, y persiguió peones, Leonardo Hernández echó pie a tierra con el propósito de matarlo por la expeditiva vía del descabello. Se equivocó: no encontraba manera de centrarse y tirar el golpe, sonaron dos avisos y un suspiro faltó para que le devolvieran el toro al corral.

Del triunfo al desastre a veces hay pocos pasos, igual en el toreo que en la vida misma. Una puerta grande tenía entreabierta Leonardo Hernández y se la cerró de golpe su impericia de matador. Matar los toros con mínimo decoro es uno de los asuntos pendientes del rejoneo contemporáneo. Los rejoneadores se han acostumbrado a meter cuchilladas donde caigan y encima lo celebran pegando sombrerazos. Estas mañas las han extendido a los rejones de castigo y a las banderillas. Fermín Bohórquez le arreó a su primero un rejonazo en la pura paletilla y cuando galopaba tras la proeza saludando a la afición, un espectador le dio una voz recordándole que el rejoneo es más arriba.

Arriba y abajo, abajo y arriba, qué más dará, si se lo aplauden. El público habitual de la mal llamada corrida de rejones lo aplaude todo y cualquier gesto del rejoneador lo toma por la señal de romper a aplaudir. En ocasiones, tanto aplauso acaba siendo injusto pues van los rejoneadores, torean y reunen con todas las de la ley y no por eso les aplauden más.

Fermín Bohórquez, sin ir más lejos, banderilleó estupendamente, a dos manos al manso que salió sexto, y reaccionó con enorme entereza cuando este toro pegó un topetazo que estuvo a punto de tirar al suelo al caballo y al caballero. Joâo Moura desplegó su maestría frente a los dos toros más mansos de la mansa corrida, que se le iban continuamente a tablas, y los sacó toreramente de ellas y les prendió soberanos pares de banderillas.

La verdad es que la mal llamada corrida de rejones tuvo pasajes interesantes. Ahora bien, como sentenció un experto en tauromaquia, pie a tierra es más mejor. Se refería al toreo a pie, el de toda la vida, el fetén; naturalmente.

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