Esther Ferrer, artista de un grupo vanguardista mítico expone en Sevilla
El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) inaugura hoy en Sevilla una exposición dedicada a Esther Ferrer, una artista perteneciente a Zaj, un grupo mítico de la vanguardia española. La muestra concluirá el próximo 22 de noviembre. Las vanguardias dejaron hace tiempo de significar la ruptura y entraron en las instituciones. El director del CAAC, José Antonio Chacón, lo resumió ayer de una manera elocuente: "Esther [Ferrer] es toda una institución en el arte de la vanguardia española". Ha pasado siempre: los jóvenes poetas de la Generación del 27 que meaban en las paredes de la Real Academia de la Lengua se convirtieron en académicos con el paso de los años; los miembros de Zaj, que despertaban el rechazo de las autoridades franquistas, han entrado ya en los museos y cuentan con el apoyo de las instituciones. Ferrer nació en San Sebastián en 1937. El grupo Zaj fue fundado en 1964 en Madrid por Ramón Barce, Juan Hidalgo y Walter Marchetti. Ferrer se incorporó a Zaj en 1967. Este grupo artístico supuso un soplo corrosivo y liberador en la España de la época. Los críticos conservadores arremetieron contra el grupo e, incluso, la vanguardia más ortodoxa se sintió desconcertada con aquellos jóvenes. Hidalgo, Marchetti y Ferrer vertebraron el grupo, que conectó con las actitudes radicales de la vanguardia internacional de la época. "Me llamaban puta" Zaj se centró en el campo de la performance (actuación) y las instalaciones efímeras. La performance es una de las novedades del arte del siglo XX. Performance significa "ejecución", "acción", "hazaña" y "actuación de un artista". Para muchos, la performance no tiene unas fronteras claras. Es una actuación del artista en la que participa el público. Las obras de Ferrer son ejemplos claros de esto. Una de ellas es un cuadro dividido en dos partes. En una de las partes hay una fotografía de Ferrer; en la otra, un espejo en el que se puede mirar el espectador. Alrededor hay colgadas gafas de distintas graduaciones. De esta manera, la gente del público puede ver la realidad de distintas formas. El rostro de Ferrer y el reflejado en el espejo de cada espectador pueden adquirir, así, las más variadas definiciones. La artista donostiarra explicó ayer que algunas de las gafas colgadas eran "de gente conocida". "De mis padres, de amigos...", puntualizó Ferrer. La artista recordó asimismo lo que suponía hacer performances en la España de los años sesenta. "Hacer las acciones en España no era como hacerlo en los países democráticos. Entonces había un franquismo puro y duro. [Las performances] no sólo significaban un coraje artístico, sino también político y social. La represión era muy fuerte. Había gente que no entendía nada y a la que le parecíamos unos locos. En Bilbao me llamaban puta en los periódicos", explicó Ferrer.
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