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La Reserva Federal estadounidense se reúne hoy entre grandes expectativas de que rebaje el precio del dinero

Aunque Alan Greenspan no sería el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos desde 1987 si sus movimientos fueran predecibles, Wall Street y el resto de los mercados financieros internacionales apostaban ayer porque en su reunión de hoy en Washington el sanedrín del banco central estadounidense rebajara algo, quizá un cuarto de punto, el precio del dinero, hasta el 5,25%.

Pero como dijo un analista neoyorquino: "Más que expresar una convicción, lo que estamos haciendo es rezar una oración". En dos de sus últimas intervenciones públicas —el 4 de septiembre, en la Universidad californiana de Berkeley, y el 23, en el Capitolio-, Greenspan aceptó que la desaceleración del crecimiento en EE UU —hasta el 1,8% en el segundo trimestre— asegura el control de la inflación y, en consecuencia, la Reserva Federal tiene menos motivos para oponerse a una bajada de sus tipos de interés.

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Sería agua de mayo para una economía crecientemente preocupada por las crisis financieras en Asia, América Latina y Rusia. Wall Street abrió ayer con la ilusión de un descenso desde hoy en el precio del dinero que anime a los consumidores e inversores, en un momento psicológicamente clave.

El propio Greenspan ha proclamado en sus discursos que la economía norteamericana no puede seguir viviendo mucho tiempo como un oasis de crecimiento sano en un mundo turbulento. De hecho, la reducción de las exportaciones a Asia es, según el Departamento de Comercio, una de las razones de la pérdida de velocidad en el crecimiento del PIB.

Tres horas después de la apertura de la Bolsa neoyorquina, el índice Dow Jones registraba una subida superior a los 100 puntos, en un clima de cauto optimismo, aunque nadie quería arrojar las campanas al vuelo. Al cierre de la sesión, el avance fue de 80 puntos.

El mercado de bonos se movía aún con mayor cautela. Los inversores no querían tomar posiciones antes de la reunión de hoy en Washington. El dólar se robustecía como reacción a la mayor bancarrota en la historia japonesa, la del Japan Leasing Corporation, y a la derrota en Alemania de Helmut Kohl ante Gerhard Schröder.

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