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Un siglo de indecisiones

Los vecinos del barrio de El Cabanyal-Canyamelar de Valencia están en la calle.Se han organizado para mostrar su rechazo al proyecto aprobado por el Ayuntamiento el pasado mes de julio para prolongar la avenida de Blasco Ibáñez a través del antiguo pueblo marinero. Si se lleva a cabo el plan municipal, El Cabanyal quedará partido por la mitad por una brecha mortal, arguyen los vecinos. La prolongación de la avenida salvará al degradado barrio, señalan sus partidarios. El viejo proyecto de la prolongación de la avenida de Blasco Ibáñez -el antiguo Paseo al Mar, proyectado a finales del siglo pasado- aparece y desaparece periódicamente. Y siempre con polémica. No en vano, se trata de uno de los ejes más potentes de la ciudad, que se topa de bruces con un asentamiento consolidado como es El Cabnyal. Los últimos 100 años han sido testigos de varios intentos para llevar la avenida hasta la playa. Todos fracasaron. Ahora, casi una década después de la última tentativa, el proyecto ha vuelto de nuevo a la primera línea de la actualidad. Y si no fuera porque en estos años el barrio se ha deteriorado notablemente -debido a que el Plan General de Ordenación Urbana dejó esta zona al planeamiento diferido, a la espera de una decisión política- parecería que el tiempo no ha pasado: los argumentos a favor y en contra del proyecto se repiten, los actores son los mismos y sus papeles apenas han cambiado. Ciudad-jardín Todo empezó a finales del siglo pasado, cuando Casimiro Meseguer propuso la apertura de una nueva gran avenida que pretendía emular a la madrileña Ciudad Lineal: el Paseo de Valencia al Mar, una ciudad jardín acorde con las tendencias de las vanguardias europeas de la época. Cinco años más tarde Manuel Cortina retomó el proyecto, que pasó a llamarse Paseo de Valencia al Cabanyal, entonces municipio independiente y, por lo tanto, una barrera que no se podía traspasar. Era una idea muy ambiciosa, que conllevaba la expropiación de 33 hectáreas para construir casas destinadas a la burguesía. Pero no cuajó. El enorme coste convirtió en irrealizable el proyecto, que desde entonces, como señala el arquitecto Alberto Peñín en su libro Valencia, 1874-1959, ciudad, arquitectura y arquitectos (1978) ha sido uno de los sueños urbanísticos de la clase dirigente valenciana. La idea original de la ciudad jardín fue abandonada y el proyecto fue aprovechado para ubicar infraestructuras necesarias para la ciudad, como la Facultad de Ciencias (1911) o la Feria Muestrario (1922). De todo lo construido desde entonces, sólo los chalés de los periodistas, iniciados en 1926, responden a la idea original de Meseguer. Casi 40 años después de la propuesta inicial de Meseguer, los arquitectos municipales, con José Pedrós a la cabeza, retomaron la idea de una ciudad-jardín que llegara hasta el mar. El proyecto, aprobado en 1931, respetaba la trama de El Cabanyal ya que Pedrós proponía una prolongación en herradura. Aquello tampoco fue ejecutado y tras la guerra civil llegó un nuevo intento. Esta vez la prolongación aprovechaba el viario existente en El Cabanyal, sin abrir grandes avenidas. Entre ambas propuestas, el Colegio de Arquitectos había mostrado su oposición a la prolongación del paseo a costa del barrio marinero. El primer Plan General de Valencia, de 1946, abordó de nuevo el proyecto, que fue desarrollado en un plan parcial dos años más tarde. El paseo se prolongaba con la anchura original de 100 metros. Nuevamente, aquello no fue más que papel mojado, ya que nunca existió detrás una operación de gestión para llevar adelante el proyecto. Tras la riada de 1957, el planeamiento urbanístico tuvo que ser adaptado al Plan Sur y de ahí nació el plan de 1966, que proponía de nuevo una prolongación de 100 metros, aunque con un giro hacia el norte para conseguir una intersección perpendicular con la trama de El Cabanyal. El plan parcial que desarrollaba el proyecto fue aprobado en 1974, pero fue anulado dos años más tarde el Tribunal Supremo lo anuló tras una alegación presentada por la fábrica de cervezas El Águila. Con la llegada de la democracia, el Ayuntamiento decidió proteger los barrios, entre ellos El Cabanyal, mientras revisaba el Plan General. El nuevo planeamiento urbanístico, aprobado en 1988, aparcó el proyecto de la prolongación de Blasco Ibáñez, aunque se pronunciaba a favor. El Ayuntamiento gobernado por los socialistas convocó un consurso internacional de ideas que fue declarado desierto. Los proyectos presentados ofrecían casi todas las alternativas, desde la continuación lineal de 100 metros hasta la llamada solución en peine. La falta de consenso y las dificultades para llevar a cabo el proyecto obligaron a desechar de nuevo la prolongación. En 1991 la derecha accedió al gobierno municipal y empezó a estudiar el caso otra vez. Finalmente, la pasada primavera, el Ayuntamiento convocaba un nuevo proceso de aportación de ideas que proporcionó tres nuevos proyectos. Uno de ellos, con una prolongación de 48 metros, ha sido el elegido. Supondría el derribo de 400 inmuebles -unas 1.200 viviendas- y el desalojo de miles de personas. El gobierno municipal quiere aprobarlo inicialmente en octubre, pero los vecinos de El Cabanyal se han movilizado para impedir que este nuevo intento de prolongar el Paseo al Mar se convierta en realidad.

División de opiniones

El proyecto para prolongar la avenida de Blasco Ibáñez a través del barrio de El Cabanyal siempre ha tenido partidarios y detractores. Vecinos, arquitectos y urbanistas, administraciones públicas y partidos políticos se han mostrado siempre divididas en torno al asunto, que dura ya más de 100 años. Seguramente, el único colectivo que ha mantenido su apoyo al proyecto ha sido el de los promotores y constructores, que ven en esta operación urbanística una magnífica oportunidad de hacer negocio. Los técnicos han estado divididos desde el principio. Los partidarios de la prolongación lineal, como Alejandro Escribano, autor del vigente Plan General, restan importancia a la repercusión que tendría en El Cabanyal y consideran que el proyecto es una ocasión única para conectar Valencia con el mar. Escribano asegura que ese eje cambiará la fisonomía de la ciudad. Los que cuestionan la idea, como Adolfo Herrero, que realizó un vasto estudio sobre el barrio, consideran que la oportunidad histórica para realizar el proyecto se perdió hace mucho tiempo. Herrero dice que no tiene sentido apelar a la idea de Meseguer de conectar la ciudad con el mar cuando su proyecto inicial de una ciudad-jardín tampoco ha sido llevado a cabo y cuando existen otras posibilidades para acceder hasta la fachada marítima. Por lo que respecta a los partidos políticos, también hay división de opiniones. El PP siempre se ha mostrado favorable a la prolongación, aunque ahora ya no mediante la solución de los 100 metros que propugnaba hace 10 años. Esquerra Unida, por su parte, ha estado siempre en contra. La postura de UV ha cambiado: del apoyo a la prolongación en la época de González Lizondo al rechazo actual. Finalmente, los socialistas también han variado su postura. Hace una década apoyaron, con matices, la prolongación, que ahora rechazan porque ya no la consideran necesaria para la ciudad. Mientras, la mayoría de vecinos de El Cabanyal ha estado siempre contra un proyecto que suponga la partición del barrio y piden su rehabilitación.

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