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Tribuna
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La trampa

La inquietante sospecha de que la política de los llamados partidos no nacionalistas no tiene nada que decir ni que hacer en las en otro tiempo llamadas nacionalidades aplazadas, la ha reforzado el señor Mayor Oreja al pasar la patata caliente de la tregua etarra a los partidos vascos. El PP pretende que esa patata abrase las manos de los nacionalistas cuando ETA se baje de la tregua y vuelva a matar, pero desde hace meses el divorcio estratégico entre el llamado espíritu de Ermua y el espíritu de Irlanda emite señales claras. El PNV ha dado demasiados pasos hacia Herri Batasuna como para que sean pasos no acordados y la falta de reflejos de los llamados partidos estatalistas no debe interpretarse como sana, prudente sabiduría, sino como simple falta de reflejos.Tanto el PP como el PSOE han perdido la iniciativa política en Euskadi, y el PNV no puede salir derrotado de su movimiento de aproximación a HB y de reunificación abertzale, sobre todo no puede salir derrotado por una trampa de ETA, porque para el independentismo vasco debilitar al PNV en estos momentos de implícita y casi explícita convergencia es debilitarse a sí mismo. ETA y HB necesitan que al PNV le salga bien esta jugada, y flaco favor se hace a sí mismo y a su sentido de Estado el PP, si cede a los nacionalistas vascos la responsabilidad de caer o no caer en la trampa o no trampa de ETA. Ha pasado a la historia el espíritu de Ajuria Enea, no tiene hoy valor de uso el de Ermua porque el PP lo metió en su nómina, no a los manifestantes o firmantes, sino al espíritu.

En cambio, el de Irlanda se cotiza en las primeras páginas de los principales diarios del mundo y circula por las mejores autopistas de la información. Si fuera una trampa lo sería del todo y el fracaso se atribuiría a la rigidez de los estatalistas, no al candor de los nacionalistas.

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