Zorzico
Querida Donosti:Soy el Oso, el del Madroño, pues. Doy la cara en el escudo de Madrid, pero no soy centralista; el Madroño, tampoco. A la basca de aquí nos van los vascos, bella Easo. Por lo que a mí respecta, yo no te olvido, Donosti, ni nunca, nunca, te he de olvidar. El miércoles pasado, al enterarme de lo de la tregua, me dio un vuelco el corazón, dejé al Madroño plantado y me puse a tocar el chistu por la Castellana. Enseguida se unieron las estatuas de Cibeles, Neptuno, Valle Inclán, Baroja, Castelar, una gorda de Botero, la Mariblanca, la caballería del estanque del Retiro, las cabras de Arturo Soria y las madres que parieron a todos ellos. Fue como un fulgor de estrellas muertas de gozo al amanecer, pues.
Estoy más contento que el gato con botas, y no es cuento. Sueño que puede acabar la pesadilla, se me llena el alma de cosquillas, se me pone el cuerpo de danzari y cara de pasodoble. No volveré a decirte algunas cosas que te decía, impotente, con lágrimas negras. Pero volveré a cantar zorzicos al pasar, Maytechu mía.
Donosti, cada vez que pienso en ti, me pongo mirando a San Sebastián. Por eso estoy tramando buscarme un sosias temporal para el escudo y largarme de incógnito a la Concha.
Quiero encontrarme contigo en un bar del casco viejo. Vete encargando, querida, judías pintas con chorizo, cocochas y besugo a la espalda, al estilo de Orio, pues. Yo pongo el vino y los licores: Montilla, Rioja, Ribera del Duero, Penedés, orujo, pacharán y chinchón dulce, que es muy apreciado en Euskadi.
Luego, en la sobremesa, nos juntamos con un ochote y cantamos melodías de Iparraguirre y algunas habaneras.
Más tarde, si tú quieres, me pongo a levantar piedras y a competir con versolaris.
Pensarás que estoy haciendo el oso, pero es que el corazón amante siento resucitar: vuelvo tu imagen bella en mi memoria a ver.
Que la tregua sea la puerta de la paz, pues.
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