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El colapso financiero mina al PRI

Juan Jesús Aznárez

Víctima de las avalanchas que sepultaron el Estado de Chiapas y que han agravado la miseria de sus habitantes, una devota atribuyó su desencadenamiento a la voluntad divina, pero quedó aturdida por la severidad del Altísimo. "Dios, todo se lo llevó el río, hasta mis santos". Reconstruir el Estado donde hace cuatro años se alzó la guerrilla zapatista clamando justicia exigirá otra avalancha de millones, que escasean y que precisamente no vienen del cielo.

Las riadas y la crisis financiera internacional mortifican a México y sorprenden a su presidente, Ernesto Zedillo, casi al término de su sexenio, mermado de fuerzas, con una pugna de facciones en el partido oficial, sin haber podido solucionar la rebelión de Chiapas, pendientes del pago de los 65.000 millones de dólares desembolsados hace tres años para evitar una bancarrota generalizada, y vigentes, y vigorosas, lacras de vieja data: la delincuencia común, la impunidad, la corrupción y la pobreza.

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Un poder perdido

Propicias las calamidades nacionales para la generosidad y la regeneración política, pero también para el renacimiento del populismo o el engaño, irrumpen en la escena azteca quienes ofrecen soluciones a machetazos y se escuchan avisos sobre el advenimiento de rebeliones en los flan cos más desesperados de la indigencia una coyuntura que desgasta al Ejecutivo, deprecia el peso, dispara los tipos de interés, retrae la inversión, drena las reservas y congela el crédito.

"La situación económica exige un punto de tregua", ofreció el dirigente de la oposición con servadora Felipe Calderón.

La crisis se abatió sobre un país de 96 millones de habitantes, la mayoría pobres o empobrecidos, cuyos políticos debaten o riñen sin legislar, quizá porque durante seis decenios el Ejecutivo legisló dictando, y no han construido aún un sistema de contrapesos.

El Congreso registra una saludable recuperación de las funciones propias de la democracia porque recortó los poderes del viejo presidencialismo, pero la ausencia de jueces con peso y prestigio propio que garanticen la independencia de ese poder capital en un Estado de Derecho, y "el ejercicio faccioso del poder" sobrecalienta la política, según advierte Manuel Camacho Solís, que vivió esa práctica desde la dirección del PRI hasta su renuncia.

Faltan jueces de prestigio

"Si la desestabilización avanza", agrega, "no será para abrir el camino a reformas democráticas, sino para desatar luchas intestinas y hechos de violencia que colocarían al país en una situación difícil. El régimen está debilitado y puede dar lugar a reacciones de temor que no tengan nada que ver con la ley", concluye Camacho Solís.

La necesidad de decisiones audaces llega en un momento de agotamiento político, de grave crisis económica internacional y de aparcamiento de los problemas indígenas en Chiapas y otros estados, del sur del país.

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