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El espiritista

E. CERDÁN TATO Sucedió en las Cortes Valencianas, en el reciente debate sobre política general y ante la turbación de algunas de sus señorías: cuando el presidente Zaplana describía el idílico mapaceli de su gobierno, se le aderezó la voz de ecos espectrales, se le desvencijó la esbelta estampa de pasarela de Giorgio Armani, hasta transfigurarse en una sustancia gaseosa y fulgurante, que se proclamó la viva encarnadura del espíritu de la transición. Aquella fantasmagoría flotó sobre el hemiciclo, invocando sus poderes y enumerando sus hazañas y promesas. Que Zaplana haya sido, en sus hipotéticas vidas anteriores, rosa de pitiminí, bisonte rupestre o alcalde de Benidorm; que lo glorifiquen poderes valencianos o extrasensoriales; que ocupe la musculada peripecia de Ulises, para hacerse un hueco en el censo de la Terra Mítica; no lo dispensan de errores históricos a la hora de entrar en trance y atribuirse muy convenientes, pero nada convincentes, identidades. Probablemente, aturdido por las risas y los susurros del foro, y por el guión aristado del debate, el presidente Zaplana, una vez operado el sobrenatural fenómeno, se confundió y tomó el espíritu de la transición, cuando el que pretendía tomar era el espíritu del 12 de febrero del que Arias Navarro se había llevado hasta los pucheros. Para baldear el ectoplasma de las desbaratadas Cortes, se materializó la invisible oposición mayoritaria en la presencia del exorcista Antonio Moreno. Antonio Moreno cumplió el ritual, recitó las vergüenzas e incumplimientos programáticos de la aparición y hasta sentenció que todos los proyectos se habían convertido en humo, en una sutil alusión al carácter demoníaco que impregnaba el hemiciclo. Sudó lo suyo, pero no pudo desalojar al fantasma. Y es que a los exorcistas seglares, aunque se invistan de un ademán entre la socarronería del tratante y el puritanismo luterano, no aciertan con la fórmula. Lástima que la soberanía popular no pueda ver en vivo y en directo a sus interinos representantes, por la tele: se les priva hasta del derecho de divertirse con tanta farsa. Aunque lo del espíritu del presidente Zaplana es posible: en Expediente X.

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