Patria
El 11 de septiembre, Día Nacional de Cataluña, Pujol exhortó solemnemente a los catalanes a practicar "una mayor autoestima". De nuevo ha dado en el clavo: millones de catalanes tienen la autoestima por los suelos. Hace 20 años, Cataluña era una referencia progresista; hoy nos tiran piedras. Hace 20 años era el corazón de la vanguardia; ahora lo es Madrid. Era el centro más dinámico de producción musical, teatral y cinematográfica; ahora muchos artistas catalanes buscan trabajo en Madrid. Incluso la literatura española tenía su punta de lanza en la editorial de Carlos Barral; hoy se trasladaría a Madrid. Sólo un ejemplo: el músico catalán más importante del siglo, Robert Gerhard, lo edita Cajamadrid. El paisaje ha sido destruido, los montes quemados, los ríos envenenados y la costa arrasada como en tiempo de Franco. Estudios sociológicos solventes demuestran que la educación en Cataluña es la más deficiente del Estado. Y después de las Baleares, es el territorio más caro y con peores infraestructuras. No es casual que uno de los palacios emblemáticos del Gobierno de Pujol, en el paseo de Gràcia, esté cubierto por el grotesco anuncio de una empresa privada. La Generalitat ya sólo es una agencia de publicidad de Generalitat & Co. Los medios de comunicación de Pujol llevan 20 años machacando fanáticamente publicidad narcisista; invitando a la autocomplacencia aldeana y a la arrogancia de la "diferencia". Pero tras 20 años de granítica publicidad autista, Pujol ha tenido que ordenar por ley (y con amenazas) que los catalanes se catalanicen a gusto de Pujol. Millones de catalanes se le resisten por autoestima. Para practicar la autoestima, nada mejor que jubilar a Pujol, acabar con 20 años de monocultivo derechista, girar a la izquierda, y sacar a Cataluña del siglo XIX.
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