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Entrevista:

"Tenemos unas instituciones que la mayoría no aceptamos"

Cuando el 11 de septiembre de 1973 el general Augusto Pinochet encabezó el golpe de Estado en Chile, Ricardo Lagos acababa de ser designado por el Gobierno de Salvador Allende como embajador en la Unión Soviética. Un cuarto de siglo después, este economista y abogado de 60 años es el candidato socialista a la Presidencia de la República para las elecciones de diciembre de 1999. Las encuestas le otorgan más del 40% de la intención de voto, pero antes deberá medirse en elecciones internas de la coalición gubernamental con el veterano Andrés Zaldívar, candidato de la Democracia Cristiana, aliado de los socialistas en el Gobierno de la Concertación chileno, en el poder desde 1990. Por primera vez desde el derrocamiento sangriento de Allende, Chile vislumbra la posibilidad de un presidente socialista en el Palacio de la Moneda.Pregunta. ¿En la sociedad chilena actual asusta la posibilidad de un presidente socialista?

Respuesta. No, porque sería un presidente de la Concertación, y lo importante es encarnar la voluntad de la coalición que apoya al presidente. Los socialistas hemos sido Gobierno, hemos tenido ministros, parlamentarios...

P. ¿Cuál sería entonces la diferencia entre un presidente democristiano y uno socialista?.

R. La diferencia está más determinada en función de las nuevas etapas que debemos cumplir. Patricio Aylwin hizo la transición de la dictadura a la democracia y demostró que la coalición funcionaba, Eduardo Frei fue más el presidente que intentó modernizaciones en el ámbito económico. El próximo presidente tiene el reto del crecimiento social amén del crecimiento económico. Tenemos menos pobres pero tenemos una distribución de la riqueza desigual.

P. ¿Cuando muera Pinochet, se podrá dar por terminada la transición chilena? R. No. Creo que la transición se podrá dar por terminada cuando tengamos una institucionalidad en la que todos los chilenos estemos de acuerdo. La esencia de una sociedad es su carta fundamental. Hemos recibido como herencia de Pinochet una Constitución, que hemos transformado un poco, muy poco, y que sigue sin reflejar ni interpretar a la mayoría de Chile. Es la primera vez en nuestra historia que tenemos una carta constitucional que no nos interpreta. Tenemos un conjunto de instituciones que la mayoría de chilenos no aceptamos, pero que están allí, porque no hemos tenido los quorum para modificarlas.

P. ¿Cómo pueden romperse las ataduras que dejó la dictadura en forma de un complicado entramado legal?.

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R. Hay que hacer un doble esfuerzo. Primero, obtener mayorías ciudadanas superiores a las que hemos tenido hasta ahora; segundo, ampliar el acuerdo político a sectores más amplios, por lo menos en lo que se refiere a una reforma de la Constitución. En nuestra peculiar institucionalidad, el 60% es igual al 40% en las elecciones para el Senado: en cada distrito se eligen dos senadores, el que obtiene el 60% se queda con uno y el que consigue el 40% con otro. A la larga las instituciones democráticas se empiezan a deteriorar y la gente no cree en ellas.

P. ¿Se considera usted heredero de Salvador Allende?

R. Allende es una figura que trasciende nuestras fronteras. Es un símbolo de la búsqueda de grados crecientes de igualdad manteniendo la libertad. Y ese fue el interés de la experiencia Allende en el mundo. Fue una experiencia en la que nosotros, como Gobierno, fracasamos. Pero, ¿acaso alguien puede renunciar a tener más igualdad y más libertad?

P. ¿Cuál es su opinión de Augusto Pinochet?

R. Pinochet es responsable de mucho de lo que ocurrió en Chile. En estos momentos tiene siete procesos en nuestro país. Si desembocan en algo porque lo decide la Justicia, que así sea. No le deseo mal a nadie, pero creo que la reconciliación es muy difícil hacerla con aquellos que fueron actores tan directos.

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