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55ª MOSTRA DE VENECIA

Cálida acogida del público al cine preciso y brillante de Julio Medem

Warren Beatty recupera su talento más corrosivo e incendiario en "Bulworth"

Warren Beatty recuperó ayer con Bulworth al inconforme cineasta lleno de coraje que hizo hace más de una década la memorable Rojos. Su dramática farsa sobre la corrupción de la clase dirigente estadounidense es literalmente incendiaria, violentísima, de las que no acepta componendas con ninguna galería. Fue interrumpida varias veces por aplausos y arrancó una gran ovación final, lo que añade más obstáculos a Los amantes del Círculo Polar para obtener el premio que se merece. Najwa Nimri y Julio Medem se metieron en el bolsillo al público con su bella lección de cine lírico, elegante, preciso y muy arriesgado.

Los amantes del Círculo Polar fue, como se dice en la jerga festivalera, respirado -lo que quiere decir contemplado por una sala llena de gente absorta- en las sesiones dedicadas a la prensa y a los cinéfilos, la gente de a pie que peregrina estos días al Lido veneciano en busca de hilos de los que tirar para adivinar el destino de su pasión por el cine en el milenio que viene.Najwa Nimri y Julio Medem les ofrecieron algunos de esos hilos, tiraron de ellos y devanaron la madeja del buenísimo cine que hay dentro, pese a sus imperfecciones, de esta película española, que por desgracia no lo tiene fácil esta noche a la hora de los premios, pero que ya ha ganado el más importante de todos, el del cálido silencio amistoso de miles de personas de todas las edades, todas las sensibilidades y todos los idiomas, que se identificaron con este delicado poema lírico, de esos en los que los intérpretes se juegan el tipo y lo mantienen erguido.

Farsa trágica

También está entre las mejores Bulworth, donde Warren Beatty se quita el polvo de la mediocridad de Bugsie y reanuda el camino que dejó abandonado en Rojos, ahora multiplicado su coraje con auténtico celuloide de vitriolo, que incendia y corroe, mediante una devastadora y graciosísima farsa trágica, las turbias moquetas de la clase dirigente del Washington del fellatiogate.Poco, o nada, importa que Beatty haya escrito con su mano derecha -ésa en la que Woody Allen quiere reencarnarse cuando se muera, para así presumir de haber acariciado las glorias húmedas de las más bellas mujeres de América- un doble, y completamente lícito, préstamo argumental: el de la preciosa tristeza de Aki Kaurismaki, Yo contraté un asesino a sueldo, y el episodio de la killer Loretta Salino y Robert Redford en la genial gozada de El golpe, porque lo que logra Beatty con estos préstamos es poner en pie el cine más original, más libre y más insobornable que nos ha enviado Estados Unidos en mucho tiempo.

Es la vertiginosa historia de un senador demócrata estadounidense que, desesperado por la vergüenza que le causa ejercer ahora su vieja pasión política, decide suicidarse y encarga a una organización mafiosa que ponga en funcionamiento la máquina asesina de un killer profesional que le vuele los sesos durante su campaña electoral en las elecciones primarias de California. El senador, decidido a morir, pierde ante el abismo que le espera toda hipocresía, todo freno verbal, y echa al cubo de la basura las leyes malditas de su oficio, destapando ante los auditorios toda la espantosa verdad de ese oficio.

Lo que sigue es su reencuentro, aparentemente casual pero finalmente necesario, con los enormes ojos de una bellísima muchacha negra. Y, tras este encuentro, el arranque de un torbellino de imágenes, de situaciones y de ideas que ponen, con desgarradora gracia, completamente patas arriba a la papanatería que rodea a lo llamado "políticamente correcto". Lo dicho: cine explosivo, dinamitero.

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