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Pan pan pan

Fernando Savater

Las noticias del accidente del avión de Swissair cerca de Canadá me han revelado al menos un misterio de esa jerga aeronáutica que desconozco por completo. Al comienzo de la grabación contenida en la caja negra del avión siniestrado, el piloto informa al aeropuerto al que pide ayuda: "Tenemos un pan pan pan". Por lo visto, tal es la fórmula en clave para comunicar que se padece un contratiempo técnico grave pero aún no desesperado. Al leerlo en el periódico, me dio por fantasear otras variantes del mismo código: la presencia de un secuestrador armado en el avión, por ejemplo, podría anunciarse como "tenemos un pun pun pun" y el riesgo de inminente colisión con un postrero "vamos hacia un paf paf paf". Pero no voy a entretenerles con esas bobadas mías.Lo cierto es que en el PSOE tienen actualmente un muy serio pan pan pan. Así lo demuestra inequívocamente la desaforada reacción de su cúpula, arrastrada por un delirante Felipe González, ante la sentencia del caso Marey y el lógico comienzo de su aplicación penal. A muchos simpatizantes del partido, por no hablar del resto de los ciudadanos menos favorables, nos tienen abochornados y cerca de la más auténtica indignación. Después de tanto hablar de que son los tribunales quienes deben decidir, cuando decide uno muy cualificado, organizan la más zafia y demagógica marimorena que nos ha sido dado el triste privilegio de contemplar en muchos años. Según ellos, los jueces que son adversos a su criterio absolutorio se mueven teledirigidos por políticos siniestros, Aznar y otros demonios que por el mundo andan sueltos se han salido con la suya, hay que reeditar una especie de "marcha verde" a lo Hassan para sacar de la cárcel a los héroes maltratados por una conspiración mediática, etcétera... Es difícil oír más insensateces juntas, de tono e implicaciones peligrosísimas para la democracia y proferidas por algunas de las personas en las que uno podría confiar para mantener no sólo su estabilidad, sino también su progreso. ¿Se imaginan ustedes lo que hubiéramos dicho todos si el señor Arzallus -por no hablar de Arnaldo Otegi- hubieran pedido el envío de treinta mil militantes de su partido para imponer el acercamiento de los presos vascos a Euskadi o cosa parecida?

Las justificaciones que se ofrecen para tal desbordamiento epiléptico resultan de una fragilidad asombrosa. La primera, que Barrionuevo y Vera han sido condenados sin pruebas y son inocentes. Da la casualidad que eso es lo que tenía que determinar el tribunal y ha decidido mayoritariamente otra cosa. ¿Que hubo opiniones en contra entre sus miembros? Bueno, por eso los tribunales se componen de varias personas y para eso se realizan los juicios: si no, bastaría con acudir al rey Salomón o preguntarle a la madre del acusado. Pero es que además la sentencia coincide no sólo con la legalidad vigente, sino también con la lógica, sobre todo cuando tantos de los implicados han reconocido su implicación en el delito. ¿O es que no hubo delito? ¿Acaso tenemos que aceptar que el secuestro de un ciudadano es un mero tropezón sin importancia, lo cual nos prepararía para tragar mañana que torturar y asesinar sospechosos o cometer atentados punitivos son parte de la inevitable tarea antiterrorista? ¿Acaso alguien ha brindado explicaciones más convincentes de lo ocurrido que la versión aceptada por el Tribunal Supremo?

Nos dicen que también hubo guerra sucia antes del GAL y que es injusto condenar sólo a unos pocos de sus responsables. Es el peor argumento de todos. Primero, porque las acusaciones penales nunca son genéricas, sino individualizadas de acuerdo con el material probatorio descubierto: en el mundo abundan los estafadores o los navajeros, pero sólo van a la cárcel aquellos a los que por una u otra razón les pillan. Tienen derecho a quejarse de su mala suerte, pero no a proclamar que con ellos se comete una injusticia. Segundo, porque la situación durante los primeros años de la transición a la democracia no tenía el mismo asentamiento institucional que cuando llegaron los socialistas al gobierno: el número de desmandados heredados de la dictadura había disminuido y el apoyo electoral al PSOE le daba una fuerza de la que otras carecieron (y que, justo es decirlo, aprovecharon con acierto para transformar el perfil de unas fuerzas armadas potencialmente anticonstitucionales). Tercero y fundamental: porque votamos a los socialistas para que erradicaran ciertas prácticas y no para que las prolongaran so pretexto de eficacia o necesidad insuperable. ¿Que durante su mandato acabó la guerra sucia? Sin duda, pero no antes de haberla intentado y fracasado palmariamente en ella. Se les ha juzgado por lo que hicieron y por lo que trataron de encubrir, no por su enmienda final.

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Que nadie diga que son mártires del Estado de derecho quienes lo conculcaron. Uno puede entender las circunstancias difíciles, incluso la fuerza mayor que ciega en determinados momentos a personas de pocos escrúpulos o de pocas luces cuando ocupan puestos de responsabilidad (sobre todo si esperan obtener beneficios económicos de tal ceguera). Pero lo indecente es negar toda responsabilidad en esas circunstancias. Como dijo Lichtenberg, "la mejor forma de elogiar a los vivos y a los muertos consiste en utilizar toda la sabiduría humana para perdonar sus debilidades. ¡Pero cuidado con atribuirles virtudes que no tienen!, esto lo arruina todo y hace que aun lo verdadero resulte sospechoso". Para hablar con toda franqueza, me resultaría más digerible tratar de un indulto a Barrionuevo, Vera y demás compinches una vez asumidas sus culpas que indultar a quienes hoy están dando el penoso espectáculo levantisco en torno a su condena. Esto sí que resulta imperdonable.

Y no sólo por parte de los socialistas. ¿Qué quiere decir el honorable Pujol cuando asegura cínicamente que en ningún país europeo hubiera sido posible un juicio como el del GAL? ¿Se refiere a que en las democracias avanzadas es admisible que se secuestre, asesine o torture por razones políticas, y que luego se arregle el desafuero en petit comité con los colegas de la oposición para que nada salga a la luz? ¿Es ése el ilustrado criterio con el que gobierna y quiere seguir gobernando en la avanzada Cataluña como camino hacia la Europa de los derechos y las libertades?

Sin duda es irritante la manipulación que algunos nacionalistas y otras gentes de mal vivir político están haciendo del asunto, olvidando interesadamente que esa ETA que han mimado ideológicamente (por aquello de que unos muevan el árbol para que otros recojan las nueces) ha sido la causa principal del estancamiento en materia de orden público de la democracia española y de la perpetuación de métodos franquistas de los cuales la propia organización terrorista es el principal residuo. Sin duda es irritante que algunos publicistas, que en su día apoyaron el GAL con algo muy parecido al entusiasmo, sean hoy los principales flageladores de sus crímenes e incluso nos culpen a quienes los denunciamos en su día de tibieza ante ellos. Pero eso son sólo anécdotas que cada cual puede intentar esclarecer al escribir sus memorias. Sin duda es repulsivo que ciertos orantes izquierdistas vociferen que aquí tuvimos algo parecido a la represión de Videla o Pinochet y calumnien una transición política cuyo mayor acierto -ahora lo sabemos mejor que nunca- fue hacer el menor caso posible a sus doctrinas genialoides. Todo eso es verdad, pero nada de eso cambia lo esencial del asunto.

Pan pan pan. Y no olvidemos que el avión de Swissair acabó con su tripulación y todos los pasajeros en el irremisible fondo del mar.

Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.

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