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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Oposiciones oníricas

Durante este verano he tenido un sueño inquietante. Me veía en una gran poltrona leyendo un titular sospechoso: "Opositor desengañado se arroja con todo el material acumulado durante años de estudio por el puente de su ciudad". Y pensando, pensando, dándole vueltas y descartando posibilidades conseguí averiguar que dicho sujeto, del que no se especificaba mucho más, podría tratarse de alguien con características muy similares a las mías. Aturdido ante la posibilidad de que la noticia fuese cierta y tratando de evitar un posible autoengaño, me dispuse a investigar por las hemerotecas de la ciudad. Finalmente conseguí desvelar el enigma que me había llevado a dudar de mi propia personalidad: el individuo autoinmolado resultó ser un clon dotado del mismo número de cromosomas y estornudos por minuto que yo. ¡Una auténtica locura! Afortunadamente, la ciudad no contaba con forenses biogenéticos suficientemente autorizados, con lo cual mi cuerpo fue tomado por el de un pobre loco que quería vivir de la cultura. El informe final indicaba textualmente que "el peso de las palabras había hecho perecer ahogado a aquel infeliz". De modo que por primera vez tuve la certeza de que estaba muerto y vivo al mismo tiempo, lo cual me reconfortó. Al despertar me anunciaron que había tenido una extraña enfermedad a causa de la cual mi organismo había permanecido en estado vegetativo durante décadas. De pronto me encontraba a finales del siglo XXI con una tasa de natalidad inferior a cero, sin prácticamente alumnos y con ninguna historia que contar, puesto que mi relato era a todas luces incongruente. El deseo de convertirme en simple profesor de Historia se había disipado, y ya no tenía tan claro quién era y para qué estaba aquí.- . .

Naufragio

¿Se hunde el Pabellón de la Navegación? La alarma no es de carácter técnico. No existe riesgo de que cedan los cimientos del que fue Pabellón de la Navegación durante la Expo 92 y su magnífica arquitectura se hunda en los blandos terrenos de la orilla del Guadalquivir; sin embargo, según todos los indicios, el contenido del Pabellón de la Navegación se va a pique definitivamente en un naufragio más triste aún que el del Titanic, pues se trata de una inmersión profunda en las oscuras aguas del olvido. En la Expo 92, el contenido del Pabellón (que contaba como la navegación sirvió para dibujar el mapa del mundo y para terminar con el aislamiento humano) fue el más apreciado por el público y obtuvo el mayor número de visitantes de todo aquel evento. Pues bien, a pesar de ello, y según las noticias aparecidas en la prensa, el proyecto Puerto de Triana, que pretende revitalizar aquella zona de la antigua Expo, ha decidido convertir el Pabellón en un Museo de la Ciencia. Lo más extraordinario es que dicha transformación se va a hacer porque ha triunfado el "proyecto sevillano", apoyado al parecer por las cajas de ahorro locales, que se ha impuesto con claridad a un "proyecto inglés". Curiosamente, la propuesta de nuestros antiguos y feroces enemigos en el mar pretendía mantener el Pabellón como un museo sobre la navegación, mientras que "los sevillanos" han decidido terminar con la función para la que fue creado... ¡con una mentalidad como esta se explica perfectamente los disgustos que los británicos nos dieron antaño sobre las olas! El que escribe estas líneas fue asesor histórico del Pabellón y coautor del guión de la exposición. Recuerdo perfectamente que ya entonces realizamos un diseño pensado de tal manera que, terminada la Expo 92, el contenido pudiera convertirse con retoques, no demasiado difíciles ni costosos, en una historia de Sevilla en relación con los elementos que la hicieron universal: el río y el océano que la unía con el Nuevo Mundo. Realmente, si las tristes perspectivas que la prensa anuncia se cumplen, los sevillanos vamos a perder una oportunidad de oro para tener un magnífico museo sobre la historia de la ciudad. Posiblemente gozaremos de un museo de la ciencia, tan bueno, quizá, como el de Barcelona o Valencia, lo cual me parece interesantísimo; pero, ¿por qué destrozar una realidad existente para crear algo que podría ubicarse en otro lugar y servir de complemento a lo que ya tenemos? Es evidente que la moderna museología se centra en los sistemas interactivos y que el Pabellón no los tiene, pues en 1992 confiamos más en la fuerza de los diálogos y en la magia de los cambios producidos por la luz y los espejos; pero qué impide que al reordenar la exposición se la dote de estos medios. También soy consciente de que parte de lo que ofrece el Pabellón ha sido visto por muchos sevillanos, pero estoy hablando de una exposición renovada, reorientada y pensada también para los forasteros. A todos nos parece bien que nuestros visitantes disfruten de una noche flamenca o de un recorrido gastronómico a base de tapas... pero, ¿por qué no incluir el Pabellón en los circuitos turísticos y ofrecer también una pequeña ración de nuestra historia? Si se hace bien: con rigor, pero con encanto, les aseguro que no se le indigestará a nadie. Si no tiene éxito este grito en defensa de un futuro museo sobre la historia que hizo conocida en el mundo a Sevilla, entonces sí que, como el viejo Titanic, el Pabellón se hundirá y en ese caso, me temo, que no habrá ningún guión de Hollywood que venga a rescatarlo.- . Director del Departamento de Historia de América. Universidad de Sevilla.

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