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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Verdad, pero no toda la verdad

Antonio Caño

El Gobierno de Salvador Allende, como en cierto modo el régimen de Cuba, fue en su día un símbolo que cautivó a toda una generación de europeos y latinoamericanos. A diferencia de Fidel Castro, Allende representó la posibilidad del triunfo de la izquierda por los cauces democráticos del sistema capitalista. Su muerte y la de la esperanza que Allende generó dejó, como consecuencia, una profunda frustración entre quienes le apoyaron. Muchos de ellos nunca salieron de ese estado, y a sus ojos Chile siguió siendo durante años el escenario romántico en el que fue abortado un sueño y en el que la voz asesinada de Víctor Jara recorría todavía clandestinamente la Alameda.Ese sentimiento de dolor por las atrocidades cometidas contra el Gobierno de Allende y contra la democracia está bien recogido en A sus órdenes, mi senador, que hoy emite La 2 (22.30)

Pero en estos 25 años las cosas han cambiado considerablemente en Chile. La mitad de la población que nunca apoyó a Allende y que clamó por un golpe se asentó en el poder. Borró la memoria del presidente democrático y consiguió imponer una historia oficial que relegaba a Allende al papel de un comunista con intenciones de imponer una dictadura. El recuerdo de la Unidad Popular quedó reducido al de unos radicales que, con sus extremismos, condenaron al pueblo al hambre.

Esa versión fue tomando cuerpo con los años y, con algunas excepciones, pervive hoy en día. Para mayor abundancia, el régimen militar consiguió indudables éxitos económicos, que colocaron a Chile entre los países más prósperos de América Latina, y, finalmente, aceptó disolverse legalmente y sin excesivo derramamiento de sangre. Pinochet se fue porque perdió en 1988 un referéndum convocado por él mismo, y en el que un 43% de los chilenos le dio su apoyo. Con los datos económicos a su favor y una población manipulada por grupos políticos y medios de comunicación al servicio o atemorizados por los militares, Pinochet se retiró en 1997 con más gloria que pena entre los chilenos.

Esta otra realidad de Chile es ignorada en el reportaje. Viendo este documental, en el que se califica a Pinochet como "uno de los más sangrientos y abominables personajes de la historia del siglo XX", uno se imagina a un Chile unánimemente movilizado en rescate de la memoria de Allende. Nada más lejos de la realidad. Los chilenos, hoy por hoy, quieren, en el mejor de los casos, abrir un paréntesis a todo lo ocurrido entre 1973 y 1990, y tratan de poner a Allende y a Pinochet en el mismo rincón de los sujetos a olvidar. Nos guste o no, las cosas son distintas a como las veremos en La 2.

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