Aislados en una prisión vetusta
Barrionuevo y Vera ocupan celdas en un módulo separado de las galerías de los presos comunes
Dos pequeñas celdas con litera, mesa, retrete, lavabo y acceso a un patio de unos 20 metros cuadrados, con un árbol solitario, junto al muro de la vetusta Prisión Provincial de Guadalajara.Éste es, desde las 19.28 de ayer, el alojamiento de José Barrionuevo, el primer ministro de la democracia española que pisa una cárcel en calidad de reo, y de su colaborador durante años, el exsecretario de Estado Rafael Vera.
Los dos ex altos cargos del Ministerio del Interior cenaron anoche su primer menú carcelario: Un plato de patatas con costillas, un San Jacobo y postre que pudieron tomar en su módulo, separado del resto de la cárcel alcarreña. Levantada en la década de los 80 del siglo XIX, la prisión de Guadalajara cuenta con un módulo aislado de cuatro celdas, vacías hasta ayer, y que hace décadas estaban reservadas a las mujeres y a los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado.
Ya ocuparon en tiempos esta isla de la prisión los también condenados por el caso Marey José Amedo, Michel Domínguez, Miguel Planchuelo y Julián Sancristóbal, quien sucedió a Vera como responsable de la Seguridad del Estado en 1984, cuando éste pasó a ser subsecretario.
No soportarán ni Barrionuevo ni Vera los gestos desafiantes o las mofas de presos de ETA, como ya padeció el segundo durante su anterior estancia carcelaria en Alcalá Meco (Madrid-2). Fue ésta precisamente la principal razón que les llevó a elegir la cárcel de Guadalajara.
Pero no sólo eludirán a los terroristas. Los 115 delincuentes comunes que habitan la cárcel también estarán lejos de su vista. "El exministro y el exsecretario de Estado no entrarán en contacto con el resto de reos", afirman fuentes de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, ya que estos presos ocupan dos galerías en el edificio principal.
Eso sí, como cualquier otro recluso tuvieron que someterse a los deprimentes trámites de ingreso. A ambos condenados se les fotografió, se les tomaron las huellas dactilares, se registró su equipaje para impedir que dispongan de objetos no autorizados, se les entregó ropa de cama y artículos de aseo y se les asignó celda, en la que un facultativo les sometió a un reconocimiento médico. Un trabajador social les informó del régimen carcelario.
Y a partir de ahí, la rutina. Sazonada, seguro, con reflexión y lectura. Porque del ejercicio físico, disfrutarán poco. Al gimnasio, en la zona común del penal, no podrán acceder. Para disponer de televisión y radio necesitan autorización. Y las visitas, rígidamente fijadas. La legislación penitenciaria permite a los presos una comunicación semanal de 40 minutos con familiares y amigos en el locutorio. Podrán reunirse en grupo con su familia durante seis horas cada mes y mantener un encuentro íntimo con sus esposas también una vez al mes durante tres horas. "A todo el mundo le parece muy poco tiempo", reconocen en Instituciones Penitenciarias.
Su abogados podrán acudir a verles cuando lo deseen. Entre ellos, con certeza, estará el expresidente del Gobierno Felipe González, como firmante del recurso presentado por Barrionuevo y Vera ante el Tribunal Constitucional. Sin embargo, indultos o recursos judiciales al margen, es poco probable que la estancia de Barrionuevo y Vera en Guadalajara se prolongue por largo tiempo. El Gobierno socialista ya aprobó en 1991 la conversión de esta cárcel, situada en la céntrica calle Virgen del Amparo, en un centro de reinserción social. Y, aunque Instituciones Penitenciarias aún no ha fijado fecha, la clausura de la cárcel está prevista para este año. Depende de la apertura de nuevas prisiones.
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