Pedirle un poquito más a Celia Cruz
A Celia Cruz no se le puede (ni se le debe) pedir más. "Yo tomo aspirina, vitamina, y todo lo que va de la A a la Z. Si no, ¿qué tú te crees?", le dijo a un espectador durante una de sus charlas con el público. Porque la cubana cantó y conversó con aquellos que tenía más a mano. Puso su vozarrón a Obladí Obladá y a Sazón pero también a las imprescindibles Quimbara o Burundanga. Y dialogó con cuanto peruano o venezolano se dirigía a ella. Hasta lo hizo con unos supuestos chipriotas, que igual eran unos del foro con ganas de guasa a costa de la selección española. Un cineasta colombiano en primera fila le arrancó una pequeña improvisación sobre La pollera colorá, la cumbia por antonomasia.A sus compatriotas les dedicó La Guantanamera. Fue antes de que Celia Cruz reiterara lo feliz que se siente de ser, por fin, figura en España. En su próximo disco incluye un homenaje a La Faraona. Pese a que la memoria suele ser escasa, bueno es recordar que hubo un tiempo en que la descomunal artista cubana actuaba en Finlandia y sólo pasaba por Madrid gracias a Lola Flores, que la trataba con el cariño que aquí entonces, por ignorancia supina, se le negaba. Hoy, cada vez que aparece una cantante latina con buena voz se la compara con ella o se la proclama su heredera. Crean lo que más les convenga, pero cuando nació Celia Cruz se rompió el molde. Ya sean 70, 75 u 80 sus años, ese caudal y esa potencia de voz difícilmente van a repetirse.
Celia Cruz
Patio del Conde Duque. Madrid, 6 de septiembre
A Celia Cruz no cabe pedirle más. Lo ha dado todo y de qué manera. Sólo que a uno le gustaría volver a verla en lides más estimulantes. Los nueve músicos, conocidos por los aficionados de la capital con el nombre de Canayón, se limitaron a acompañarla. Con decoro y buen tono, eso sí, pero sin saber incitar, retar, empujar, como lo han hecho otras orquestas. Y es que a doña Celia se la puede seguir: estar a su altura es ya otro cantar.
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