Culpable de genocidio
LAS DOS primeras condenas por el Tribunal Penal Internacional para Ruanda por delitos de genocidio marcan un hito en la historia, pues son las primeras de este tipo desde que se firmó la Convención contra el Genocidio en 1948, en la estela de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, para intentar penalizar lo que se definió como la destrucción de todo o parte de un grupo nacional, étnico o religioso. En este caso, el segundo de los condenados ha sido, además, el acusado de mayor rango ante ese tribunal: el primer ministro en el Gobierno provisional de la época, Jean Kambanda, quien facilitó la labor procesal al autoinculparse por las matanzas de la primavera de 1994, que causaron la muerte de más de medio millón de tutsis y hutus en Ruanda. La sentencia ha dejado claramente sentado que los impulsores y actores de estas matanzas tenían como objetivo "exterminar a la población tutsi", en paralelo al conflicto militar en curso.El ex primer ministro ruandés Kambanda ha sido condenado a cadena perpetua, la pena mayor que podía imponer el tribunal, que contrasta con las masivas condenas a muerte -22 personas han sido ya ejecutadas- que está imponiendo la justicia ruandesa en sus propios juicios a unos 100.000 detenidos. Un fundamento sólido de la justicia internacional en ciernes pasa por el rechazo de la pena de muerte.
La labor de este tribunal, creado bajo la polémica, dotado de pocos medios y sobre el que han llovido las críticas en los últimos dos años de funcionamiento efectivo, se ve así reivindicada. Después de las condenas impuestas al ex alcalde de Taba y al ex primer ministro ruandés, la Corte tiene todavía un arduo trabajo en su sede de Arusha (Tanzania) para juzgar a los 29 acusados que tiene ante sí, y sobre todo para sentar en el banquillo a los principales actores de aquella tragedia. Los éxitos de este tribunal, como el que funciona en La Haya para la antigua Yugoslavia, pueden reforzar la creación del Tribunal Penal Internacional permanente, que se aprobó recientemente con la oposición de varios países, Estados Unidos entre ellos. No cabe, sin embargo, olvidar que en Yugoslavia, e incluso en Ruanda, los principales instigadores y ejecutores de las matanzas siguen libres ni que crímenes de esta clase pasan a menudo impunes o casi inadvertidos.
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