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Mujeres de cuota

Esta semana el PSOE ultima una propuesta de reforma de ley electoral mediante la cual todos los partidos estarían obligados a incluir en sus listas de candidatos un mínimo de un 40% de mujeres. El PSOE se atasca y se oxida entre sus problemas internos, y de ahí que esta propuesta venga a ser una propicia manera de centellear y dinamizarse con una polémica en la que intervienen chicos y chicas, conservadores y progresistas, feministas, mujeriegos y gentes del montón.Se trataría por lo tanto de proponer un tema que con relativa facilidad pueda saltar desde las cenas de matrimonios a las barras de los bares y, desde las barras, a las oficinas y las tertulias de café. ¿Es justo o es injusto que se prime la entrada de mujeres en la actualidad política de los señores y señoras diputados?

Para Cristina Alberdi y su grupo la discriminación político-positiva a favor de la mujer no sólo es un aporte de ecuanimidad sino que, de paso -sin que se la hubiera preguntado- la califica de plenamente "constitucional". (La condición "constitucional" ha llegado a ser en la emponzoñada disputa político-nacional de estos tiempos tanto como para el agua la etiqueta de "potabilidad". Una vez que algo es constitucional ya se puede hacer tragar).

¿Se puede hacer tragar? A las mujeres cabales debería formárseles un nudo en la garganta cuando alguien se alza hoy en su defensa explotando su pretendida condición de menor. No es fácil imaginar una mujer hecha y derecha que no reciba sin aprehensión un privilegio político bajo la única coartada de ser una mujer. Dispensar un trato especial a las mujeres se estilaba antes en los rituales burgueses, cuando a las señoras se las tenía por un exorno y su especial formación inducía a tratarlas como objetos (preciosos o no) antes que como iguales.

En el fondo, esta proposición de ley se impregna de la misma naftalina. Como también, sin quererlo, se bañan de ñoñería algunos movimientos feministas que ovacionan a la literatura de autoras por ser mujeres, el cine femenino por ser de directoras o a las diputadas por ser del género. Ya se ve, sin embargo el ramillete de fracasos ministeriales femeninos del PP, fruto de simples cálculos políticos; o, por el contrario, el éxito de numerosas mujeres empresarias, científicas o magistradas que se ganaron el mejor estatus sin pasar por la humillación de ser tratadas con muletas.

El universo de la política es sin duda de lo más antiguo que queda y la proposición del partido socialista ahonda en los enseres de su guardarropía. ¿Qué sociedad moderna "patriarcal o no" niega la primacía de una representación, una dirección o el primer premio a una mujer si lo merece? En las universidades españolas hay desde hace tiempo más mujeres que hombres, ¿por qué no esperar a que sus logros provengan dignamente de sus esfuerzos y de su creciente cualificación? ¿A qué esta intervención demagógica y aberradora? ¿Por qué no aplicar cuotas sobre los demás sectores y recortar por ejemplo el número de maestras que desbordan los colegios?, ¿Por qué no ampliar el numero de registradoras de la propiedad cuyos puestos copan hoy los caballeros o por qué no imponer también un 50% de futbolistas en los equipos que actualmente monopolizan los mancebos?

No un 40% como dicen los del PSOE, sino un 51% debería ser el emblema aritmético en correspondencia con la proporción de mujeres que recoge el censo. Otra cantidad suena a cambalache, a electoralismo, a desorientación. El PSOE, falto apenas de una cucharada de votos para ponerse por encima del PP, ensaya ahora con la iniciativa de este dulce brebaje electoral una golosina para chicas despistadas. Para votantes, en todos los casos, sin demasiado fuste crítico y a las que de ningún modo les parecerá mal el truco de desquitarse, mediante el mandato de diputada o senadora, del papel mandón que todavía muchos tipos, amantes, novios y cónyuges, también mostrencos, imponen en las relaciones del tú a tú.

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