El cine vasco hace memoria
Durante la segunda quincena de septiembre se va a presentar Los orígenes del cine en Vizcaya y sus pioneros y antes de final de año se editará el libro dedicado a Guipúzcoa. Con ambas obras, que completan la anterior centrada en Álava, la Filmoteca Vasca trata de recuperar la memoria del celuloide en Euskadi, desde los primeros operadores, que, en 1896, un año después del nacimiento oficial del cine en París, ya recorrían con sus cámaras las tierras vascas. Pero igual que se puede hacer una historia del cine vasco, las filmaciones también se convierten en una aportación más para contar la historia del siglo XX en Euskadi. "El cine ha sido testigo de una época, igual que hoy en día lo es la televisión", explica el director de la Filmoteca Vasca, Peio Aldazabal, para quien, además, el cine "aporta una visión muchas veces exacta del acontecimiento y tiene el valor de revivir en unas secuencias una parte de la historia, que puede ser familiar, social o de una comunidad". Se trata de una historia filmada que incluye el factor de la "sorpresa", ya que no siempre los técnicos encargados de las restauraciones y de buscar viejos rollos saben lo que van a encontrar. Mucho menos cuando son personas sin ninguna relación con el cine quienes acuden a la Filmoteca para depositar antiguas películas guardadas desde hace años en las casas familiares. Como el caso del hombre que llevó a la Filmoteca Vasca un filme de 16 milímetros, de tres minutos de duración, guardado durante años en su casa, pero que nunca había podido ver ya que no disponía del proyector adecuado. En la película "aparecían unos niños bañándose en la playa de La Concha y, a continuación, una escena en la plaza de la Constitución de San Sebastián. Era una especie de detención, sin violencia, en la que a unos señores les metían en un coche y el público les saludaba cuando se marchaban, incluso un cura levantaba el gorro como saludo", recuerda Aldazabal. La investigación posterior permitió determinar que aquellos momentos recogidos en apenas 57 segundos de filmación correspondían a la detención de varios alcaldes vascos durante la denominada guerra del vino de 1934. Claro que también se da el caso contrario, el de las filmaciones que se sabe que fueron realizadas, pero que se han perdido, sobre todo en los primeros años del cine. Se calcula que más del 95% de las películas españolas anteriores a 1920 han desaparecido, algo a lo que no es ajeno la fragilidad y fácil combustión del celuloide utilizado para la película. En el caso del País Vasco, un aficionado de Bilbao filmó en los años veinte más de 200 documentos de entre 10 y 15 minutos de duración de todo tipo de actos públicos en Vizcaya. Tan sólo dos de ellos se guardan en la Filmoteca, mientras se tiene constancia de que el resto fueron arrojados al mar. Sobre otras filmaciones que no se han encontrado al menos queda la esperanza de que aparezcan, tal vez en una casa cuyos propietarios desconozcan el contenido de la cinta. Así, la Filmoteca sigue detrás de Euskadi, grabada por Teodoro Hernandorena entre 1930 y 1933 con acontecimientos folclóricos y mítines políticos, cinta que desapareció de los archivos del PNV en San Sebastián cuando entraron en la ciudad las tropas franquistas. Otro de los "objetivos" en la búsqueda de la Filmoteca es la película Una grande y gloriosa nación, un relato de tono épico sobre el nacimiento de la República Argentina rodado en 1926 en Hollywood por el vasco Julián de Ajuria, en agradecimiento al país al que emigró y donde se convirtió en el mayor distribuidor de cine de Suramérica. Se trata de filmaciones descatalogadas, pero que la Filmoteca no pierde la esperanza de hallar porque "uno nunca puede decir que no vaya a aparecer una película; en cualquier lado puede encontrarse una copia", afirma Aldazabal. Mientras, la relación entre historia y cine permite que los datos de estas películas "perdidas" aparezcan en libros como Los orígenes del cine en Euskal Herria y la continuación de Lo vasco en el cine, cuya publicación está prevista en ambos casos para 1999.
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