El lento desgaste
Lo distintivo del arranque de este último coletazo del Hollywood insobornable sobrevive, 25 años después de desencadenado, con alarmantes signos de desgaste. Spielberg, Redford y Eastwood se mantienen erguidos. Son astutos, tienen olfato práctico y se han refugiado bajo el paraguas de formas combinadas de producción personal apoyada (y esto paga peaje) por el establishment. Pero el pionero visionario, Francis Coppola, encuentra cada vez más dificultades para hacer su cine y sobrevive en el de encargo, mientras Scorsese entrega poco a poco, pero ya inexorablemente, su talento a la dinámica de un virtuosismo al servicio de la producción ajena convencional, dispersando en ella los rasgos de su estilo.El mascarón de proa de esta nave, el viejo Huston, que venía de muy atrás, se fue de gira eterna con Los muertos. Otro inmenso maestro premonitorio, Elia Kazan, se retiró a las aulas, tras Los visitantes. Ben Johnson, Sam Peckinpah y Warren Oates cayeron, gastados por el largo camino. Roy Hill, como ellos otro profeta, calla. Brian de Palma sigue en la rampa del descenso, ya semiagotado. La sombra fundacional de Easy Rider, Dennis Hooper, aún vuela, pero tocado en las alas. Peter Fonda duerme y su hermana Jane se dedica a los negocios. Kasdan persiste, pero por debajo de sí mismo. Bogdanovich desapareció del mapa. Altman ya flaquea. Pollack regala su energía a la organización de talento ajeno. Harrison Ford, absorbido en mantener su conquista de máxima estrella, fuerza películas demasiado a su medida. Lucas insiste en alentar sin riesgo de crear. Friedkin se instaló en su trono de clásico vivo y hace filmes indignos de él. De Niro traza pistas de despegue propias, pero da impresión de prematuro cansancio.
Marlon Brando, que venía de atrás y se engachó, está escondido. Su gran colega Paul Newman es un islote sumergido eminente, pero que sólo de tarde en tarde emerge. Gene Hackman, Harvey Keitel, Meryl Streep, Jack Nicholson, Dustin Hoffman, Robert Duvall viven del esplendor de su inmenso oficio. Richard Dreyfuss persiste por debajo de lo que prometió. Martin Sheen es ya parte del pasado. Mickey Rourke se pudre, sentado en las cunetas. Caen y renacen Paul Schrader, Dennis Quaid, Nick Nolte, Jim McBride, Ellen Barkin, Jon Voight, Jeff Bridges, Kim Basinger, Chris Walken, Jessica Lange, Kathleen Turner. Robert Shaw quedó varado en un repentino recodo mortal del esfuerzo. Al Pacino estalla de ideas y ganas, pero consciente de que es la mitad de sí mismo sin Coppola detrás. William Hurt, después de años a la deriva, resurge, pero herido. Woody Allen pide socorro ante el estrangulamiento que amenaza su forma de producción semiartesanal.
Son la mayoría gente de entre 50 y 70 años, pero parecen haber dejado atrás el pellejo de una plenitud que ahora debieran estár derrochando. Algo se lo impide. Como falso y azaroso grupo, se han diluido, dispersado. Marchan cada uno por su cuenta, entre altibajos. Preludian decadencia sin haber llegado a dar toda su talla de gigantes de su oficio. Hicieron maravillas que paradójicamente hoy nos saben a poco.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.