El camino de los "llaguters" por el Ebro
El turismo es tan incipiente que al grito de periodista o empresario la maquinaria de bienvenida se pone en marcha cual zafarrancho de combate en un batallón de artillería. Quién sabe si los turistas fuesen masivos, la acogida le correspondería a un farfullero guía que agotara al visitante hasta la extenuación. Por ahora, sin embargo, quien se atreva a navegar por el río Ebro en uno de sus tramos más desconocidos, de Móra d"Ebre hasta Benifallet, hallará la virginidad en el paisaje y en sus aguas, sólo enturbiadas por el motor de alguna que otra embarcación. El Ebro siempre ha sido el refrigerante natural de estas comarcas ribereñas, incluso para algo tan artificial como el calenturiento uranio de la central nuclear de Ascó. Menos turísticamente, los hombres han explotado y controlado este caudal de agua hasta la saciedad y, quizá sin saberlo, lo han reducido a una diminuta corriente de agua sin caudal. En alguno de sus tramos, el Ebro no alcanza ni medio metro de profundidad en época de lluvias. Pero sin el Ebro, la Ribera d"Ebre perdería incluso su propio nombre. La construcción de los pantanos de Mequinenza y Riba-roja en 1965 aniquiló una tradición milenaria de transporte de mercancías por el Ebro. Las últimas embarcaciones que surcaron esta comarca fueron los famosos llaguts de la Electroquímica de Flix. Desde entonces, sólo se han mantenido en la Ribera d"Ebre algunos testimoniales clubes de remo y los pas de barca que aún funcionan en la actualidad como, por ejemplo, el de Miravet, para cruzar ambas orillas. Aunque no lo sepa, Jordi Piñol hubiese sido llaguter. Además de conocerse el río palmo a palmo, lleva en la sangre el síndrome aventurero. Los síntomas le delatan, porque pocas veces respeta con su barca, La tonyina gran, el canal dragado desde Móra d"Ebre hasta Miravet, inaugurado el pasado mes de julio. Piñol osa acercarse a las orillas, salirse del canal para que el visitante pueda apreciar de cerca los nidos de garzas reales y adentrarse aguas arriba del Ebro más allá del tramo dragado. Sabe a la perfección la profundidad de cada metro cuadrado y quién es tal o cual propietario de las fincas de cada margen. Jordi Piñol formó junto a sus compañeros Jordi Vidal y Jordi Borràs -el trío de Jordis, como se les conoce habitualmente- la empresa Riu Natura, la primera que explota turísticamente el recorrido desde Móra d"Ebre hasta Benifallet. Con una barca de tipo patera, de ocho metros de largo y con capacidad para 35 personas, realizan hasta tres veces al día este mismo recorrido. Aunque la embarcación se denomina Natura 1 la conocen vulgarmente como La tonyina gran. El segundo barco que compren lo llamarán La precària porque cuando se inauguró la navegabilidad en este tramo, el pasado mes de julio, el oleaje de la golondrina en la que viajaba el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, hizo volcar una pequeña barca frente al embarcadero de Miravet. Un periódico tituló así la noticia: "Zozobra una barca en precario estado". Aquel día, un reducido grupo de independentistas se situó en medio del Ebro para protestar por la multimillonaria inversión que la Generalitat ha destinado a esta infraestructura. Joan Launes, periodista y ahora activador económico del Consejo Comarcal de la Ribera d"Ebre, replica: "Cada kilómetro de autopista cuesta unos 1.000 millones de pesetas. Pues desde la desembocadura hasta Móra se han invertido 1.800 millones en un total de 91 kilómetros. ¿Ya me dirán ustedes qué es mucho más rentable?". La empresa Crown Blue Line, el mayor operador de turismo fluvial de Europa, está estudiando explotar turísticamente este tramo para el año próximo. La sociedad transporta anualmente por estos medios en la vecina Francia a más de 80.000 personas. Los 24 kilómetros que separan por río la capital de la Ribera de Benifallet esconden sorpresas en cada recodo, y cualquiera puede apreciar la importancia que han tenido estas aguas en la vida de los habitantes de esta comarca y en su historia. En algunas colinas todavía pueden apreciarse las ruinas de algunas torres fortificadas de origen ibero que posteriormente sirvieron de telegrafía óptica. Y si uno utiliza un buen guía, seguro que le señalará los pasos de sirga, los caminos utilizados para arrastrar los llaguts corriente arriba con mulos o con la fuerza de los mismos hombres que llevaban la sirga. Jesús Moncada, en su novela Camí de sirga, relata la historia de diversas generaciones dedicadas a este arduo trabajo de su pueblo natal, Mequinenza. A poca distancia de Móra está la isla del Galatxo, donde anidan garzas reales y bolleras, y alguna que otra águila pescadora. La vegetación mediterránea se entremezcla con la de ribera y la planicie del río contrasta con el fondo rocoso y gris de las sierras de Llaveria y Cavalls. Tras un pequeño estuario, la entrada a Miravet, un pequeño pueblo coronado por el castillo de los templarios, es quizá uno de los parajes donde la gama de colores consigue la mayor plasticidad de todo el recorrido. En esta localidad es obligado detenerse. Resulta imprescindible pasearse por su casco antiguo con el castillo en lo alto; subir por las calles estrechas y empinadas; contemplar las casas colgantes sobre el río o inspeccionar detenidamente, desde la plaza de la Sanaqueta, frente a la antigua iglesia, las huertas que abundan en su término municipal. Pero Miravet es conocida sobre todo por sus alfarerías, apiñadas casi todas ellas en un arrabal en la carretera hacia Benissanet. Alejarse de esta cubista población deja un sabor amargo al navegante, aunque pronta también es la recuperación de la dulzura. Más allá de Miravet, el Ebro se adentra en una serie de desfiladeros, conocidos como estrecho de Barrufemes, y coronados por las rocas Folletera y la de los Órganos, que servían a los llaguters como punto de ubicación. Es en este lugar donde Jordi Piñol fondea su Tonyina e invita al turista a darse un baño, no sin antes demostrarle que el color verdoso del agua que le retrae es tan sólo un efecto óptico. El truco del patrón del barco es muy sencillo. Piñol se limita a llenar una botella de plástico transparente y mostrar al sorprendido anticipo de bañista cómo el agua del Ebro aparece clara y cristalina.
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