"Todos tenemos una parte perversa"
ANA RUIZ Pantalón vaquero, camiseta de los Rolling Stones, una larga melena rizada que retira con frecuencia del rostro y gafas de metal son los rasgos que componen la figura de Joaquín Ladrón, un dibujante de Sant Vicent del Raspeig que habla muy rápido, fuma un cigarrillo tras otro y posee una risa altamente contagiosa. Ladrón dibuja las tiras de los personajes que ha creado para Subterfuge, la casa de discos que creció el año pasado a marchas forzadas tras el estrepitoso éxito de los madrileños Dover, pero también imparte talleres de dibujo en el Ayuntamiento de Sant Vicent y ocupa el tiempo que le sobra en componer las canciones de un grupo de música que tiene con unos amigos. Edita su propio fanzine, y desde principios de año publica en la revista malagueña Mala Impresión. Joaquín asegura que nació "con el lápiz bajo el brazo" y, a pesar de la agresividad que destilan personajes como El hombre de los caramelos y La Mocopandilla, este chico de 24 años no quiere que le encasillen en ninguna corriente. Pregunta. ¿Cómo le sienta ser el profesor? Respuesta. Éste es el tercer verano que hacemos el curso de cómic, así que ya no me sorprende. Este año tenemos 26 alumnos y tratamos de ayudarles a que canalicen su creatividad. Muchos tienen ideas estupendas, pero no saben cómo crear al personaje, cómo desarrollar el guión o cómo plantear una página. Aquí es donde entro yo. Al final editamos un fanzine con los dibujos de todos los alumnos. P. ¿Cuándo empezó con el dibujo? R. Yo nací con el lápiz bajo el brazo y en cuanto pude empecé a decorar enciclopedias, paredes y lo que pillaba. A los 8 años copiaba a mis personajes favoritos, sobre todo a Mortadelo y Filemón. La verdad es que los dibujantes de mi generación hemos bebido todos de la editorial Bruguera. Mi mayor ilusión de pequeño era ponerme malo para que me trajeran un montón de historietas. Me metía en la cama y ponía el termómetro en leche caliente. Si "colaba", pasaba el día con Pepe Gotera y Otilio, el Botones Sacarino y cosas así. De hecho, escribí una carta a Bruguera. Ibáñez me contestó y ahora pienso que si me hundo en páginas de tinta es por aquella carta. También cayeron en mis manos los superhéroes de la época dorada de la Marvel, como los Los Cuatros fantásticos o La Patrulla X. P. ¿Por eso decidió parodiar a Zipi y Zape en una historieta? R. Siempre me parecieron los niños pijos de Bruguera, estoy seguro de que de mayores hubieran sido fans de Luis Miguel. La historieta sobre ellos, que es un homenaje a La Naranja Mecánica, la dibujé para un fanzine de Bilbao que se llama BURP! y que propuso un número titulado Mutación tóxica en la escuela Bruguera. Cada dibujante podía hacer lo que le pareciese con los personajes de Bruguera y tengo que decir que triunfaron Zipi y Zape, todo el mundo se ensañó con ellos. P. ¿Quién es El Hombre de los Caramelos? R. Es un tipo de color verde, un poco siniestro y con una gabardina muy larga en la que guarda un montón de sorpresas. Es una especie de muevo mesías, que incita a la liberación personal y que quiere provocar a las conciencias dormidas. El dibujo salió casi sólo, una noche estaba pintando en un bar y de repente lo tenía delante. En Subterfuge tuvo buena aceptación, así que editamos un álbum con todas las historietas. Ahora lo estoy publicando en Mala Impresión, una revista que empezó en enero y que se dedica sólo al cómic. P. ¿Está dentro de la "línea tremenda"? R. La "línea tremenda" soy yo. Ése es el nombre que nos pusimos Borja Crespo, Enrique López y yo cuando empezaron a catalogarnos dentro del gore. ¡Para que nos pongan un nombre los demás nos lo ponemos nosotros! La "línea tremenda" es la conclusión de los cómics underground, que es donde tenemos las raíces, mezclados también con la línea más dura de Gallardo y Mediavilla. Son dibujos cuya razón de ser es que no exista ningún tipo de autocensura, donde el creador se pueda expresar con total libertad. Y no son sólo historietas gore, también hacemos otro tipo de dibujos. La Mocopandilla, por ejemplo, son como los Freak Brothers pero en versión española, con un toque de las pandillas de principios de los ochenta, tipo Los perros callejeros. Reflejan las historias que contaban las letras de Burning, aunque también la movida pandillera de La Naranja Mecánica. P. ¿Tienen suficientes plataformas de expresión los dibujantes de cómic? R. Para nada. Ni las publicaciones importantes ni las editoriales apuestan por los autores jóvenes. Los periódicos se conforman con publicar las tiras de Popeye, que está muy bien, pero un poco visto. Creo que tendrían que aparecer secciones en los periódicos dedicadas al cómic, porque hay mucha gente que es buena y que nunca sale de los fanzines. Otros se cansan de esperar por nada y dejan de dibujar. Es muy difícil vivir del dibujo. Yo por el momento sobrevivo, pero poca gente vive de ello. En este país habrá unas 1.200 personas que se dedican directa o indirectamente al cómic, entre editores, maquetadores, distribuidores y demás. Se puede decir que unos 1.000 se mantienen, pero los otros 200, que son precisamente los dibujantes y los guionistas, no pueden vivir de esto. P. ¿Le interesa el dibujo por ordenador? R. Es demasiado frío, a mí me gusta lo manual, esparcir la tinta, hincarle la plumilla al papel... Porque tampoco me gusta el estilógrafo, yo dibujo con plumilla, que me permite conseguir diferentes intensidades en un mismo trazo. Es más directo, me proporciona más contacto con el dibujo que estoy haciendo. Si no utilizo plumas de pavo es porque no las encuentro. P. ¿En qué se parecen usted y Trashman, uno de los miembros de La Mocopandilla? R. Nos parecemos sólo en el físico. Antes de La Mocopandilla ya había hecho algunas historietas en las que me dibujaba a mí mismo, pero como cosa esporádica. Cuando preparaba los personajes de este cómic, tenía claros a los otros tres, pero me faltaba uno. En casi todas las pandillas siempre hay uno gordo y otro que lleva gafas, y me faltaba justo el segundo, así que decidí que sería mi copia. En el Salón de Cómic de Barcelona fue gracioso porque hubo gente que al verme me preguntó si iba a venir el resto de La Mocopandilla. P. ¿Por qué eligió una cita de Nietzsche para abrir el álbum? R. Me interesa lo que dice. La gente puede pensar que soy un bestia por hacer dibujos sangrientos, pero si los miran es porque les gusta, porque todos tenemos una parte perversa. Y eso es lo que dice la cita, que en realidad la gente critica las cosas porque no se atreve a hacerlas; cosas que aunque les gusten, no se atreven a reconocer. P. Se diría que practica una cultura anti pop. R. No, para nada. Yo hice una versión de La Motocicleta de Los Bravos; así que ya ves. Sí es verdad que no me gusta esa manía tan popera de tocar canciones lánguidas, con la cabeza torcida y la camiseta de tres tallas menos, pero en el fondo respeto la música pop. Yo escucho de todo, es igual que con los cómics, que no hay que cerrarse. Quizá una temporada escuche más una música que otra, pero nunca he sido de los que reniegan y queman los discos que escuchaban en años anteriores. Yo puedo poner un disco de los Sex Pistols, luego a Bob Dylan y después a Motorhead; eso sí, no creo que me dé por oír a Luis Miguel. P. ¿Vinilos o discos compactos? R. Vinilos, está claro. No me gustan nada las portadas de los compactos, porque luego ves la cremallera del pantalón de Mick Jagger y parece el pantalón de Kent, el amigo de la Barbie. A mí me gustaría hacer portadas para LP y que salieran con ese formato, que da mucho juego. Los compactos sólo sirven para hacer latas, y para poco más. En los discos de Zappa se ve clarísimo, los pasan a compacto y es un desastre. P. ¿Y entonces qué música compone para, su grupo, Las Serpientes de Marte? R. Pues lo que digo. Podemos hacer un tema de "du-duá" de los 50, otro de surf, otro con sonido Detroit y para terminar uno hard-core. Le damos a todos los palos, no buscamos encerrarnos en una corriente musical, sino que cada tema tenga su propio tratamiento. El Capitán Araña se encarga de la música y yo de los berridos. Hemos hecho un tema que se llama La larva humana para un cortometraje de un amigo de Bilbao que se titula Gárgaras y ha quedado bastante bien.
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