Espeluznantes cogidas de Iniesta y Cervantes
Un sobrero de Astolfi, que fue más aparente que real y bastante manso, hirió ayer de gravedad a José Antonio Iniesta. Durante la faena, el torero puso de relieve sus deseos y sus repetidas buenas maneras. Pero, de pronto, sonó el miedo en los clarines. El manso esperó a su matador, que le recetó una gran estocada pero salió cogido de forma espeluznante. Al hacerle el quite angustioso, el subalterno Alfredo Cervantes salió igualmente por los aires, y el pájaro negro de la tragedia revoloteó por La Malagueta. Según el parte médico, Iniesta sufre tres heridas distintas por asta de toro. Una, en el brazo izquierdo, de siete centímetros, con trayectoria hacia dentro de 10 centímetros que causa rotura de fibras musculares. Otra en el tórax de dos centímetros, que afecta a los músculos pectorales. Y una tercera en la cara posterior del muslo derecho, con dos trayectorias: una de 7 centímetros y otra de 12 que secciona músculos. Calificado su prónóstico como grave, fue trasladado a un hospital de Málaga.
Rojas / Ortiz, Morante, Iniesta
Cinco toros de Gabriel Rojas, 2º y 3º anovillados, sin fuerza ni casta y uno de Hermanos Astolfi, manso, que sustituyó al 6º, del mismo hierro, inutilizado en el ruedo. Ricardo Ortiz: saludos y oreja. Morante de la Puebla: saludos y ovación. José Antonio Iniesta: aplausos y oreja. Al entrar a matar al 6º, salió prendido de forma impresionante y, al tratar de hacerle el quite, también fue cogido el subalterno Alfredo Cervantes.Plaza de La Malagueta, 17 de agosto. Tercera de feria. Un tercio de entrada.
El banderillero Cervantes, por su parte, sufrió una herida inciso-contusa en la axila derecha con trayecto descendente de unos 15 centímetros, que diseca paquete vásculo nervioso y fibras del tríceps. Su estado es menos grave.
Si juzgamos la primera parte de la corrida, habrá que concluir que esto de los toros se va complicando: de tres reses lidiadas, sólo un momento dio lugar a que sonaran los auténticos clarines del miedo: Ricardo Ortiz, herido el día anterior y vuelto a operar en la mañana de ayer, banderilleó por derecho y el toro le puso los pitones en el corbatín. Apenas una décima de segundo, pero suficiente para que a la banda de música, al completo, le faltara el aire y se quedara afónica, lo que compensó instantes después para jalear el siguiente par.
Ricardo Ortiz se cansó de aguantar la corta embestida del primero, al que había recibido con sobresalientes verónicas y al que, tras darle la vara, dejaron inútil para el último tercio.
Iniesta y Morante vieron prolongadas sus recientes etapas como novilleros ante las pocas hechuras de sus enemigos. Los picadores se limitaron a regañar y Morante a dar zapatillazos, quizá para asustar.
Hace falta bien poco, o tal vez mucho, para recuperar la esperanza: la entrega de un torero que quiso superar la adversidad. Ortiz toreó bien a la verónica, puso emoción en las banderillas y se peleó con la muleta. Luego, cobró una estocada de torero macho.
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