La Central
Los prodigios de la librería La Central eran ya notables. Por ejemplo, era el único sótano de Barcelona que desbordaba claridad y transparencia. Era también una librería fría, que contravenía los valores supuestamente cálidos -y tan ranciamente poéticos- del polvo, el desorden, el barroquismo, los olores densos y los colores energéticos. Todo esto se debía, en especial, al trabajo de Enric Granell y Mercedes Azúa. Por su parte, Antonio Ramírez y Marta Ramoneda encarnaban el prodigio principal: eran libreros mas habían leído, cuando el orgullo máximo del librero corriente es vender el teatro completo de Shakespeare palpando. Desde hace un par de meses, sin embargo, la librería ha crecido ocupando un regio entresuelo anexo. Todas sus virtudes se han ampliado. La Central es hoy, culturalmente hablando, la única posibilidad barcelonesa de ser otro, un joven intelo de París o el grave caballero inglés que ha leído todas las biografías para esquivar la suya. Hasta el punto, observa Felicidad -siempre en el filo de la navaja-, de dudar si habrá ciudad y ciudadanos para tanta y tan exquisita librería. La Central. Mallorca, 237. Barcelona.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.