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El cadáver de Rose entierra la esperanza

Sacaron el cadáver de Rose durante la madrugada de ayer. Sólo era uno de los cerca de cien cuerpos recuperados de entre los escombros de un edificio de oficinas prácticamente arrasado por la explosión del pasado viernes. Pero la confirmación de la muerte de Rose Wanjiku, cuya desesperada lucha por la vida había conmovido a todos en Nairobi e infundido ánimos a los equipos de rescate, ha enterrado toda esperanza de hallar más supervivientes del atentado contra la Embajada de EEUU."La encontramos a primera hora de la madrugada", explicaba un responsable de los socorristas israelíes desplazados a Kenia. "Estaba en un pequeño hueco entre los cascotes y no parecía haber sufrido heridas. Intentamos salvarla, pero no lo logramos".

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Otras dos docenas de cuerpos machacados y mutilados fueron extraídos a lo largo de la madrugada, lo que eleva a 95 el número de cadáveres recuperados entre los restos del edificio.

Ya era de día cuando los perros adiestrados en la localización de supervivientes dejaron de husmear entre los bloques de hormigón y los hierros retorcidos y los miembros del equipo israelí, que han trabajado sin descanso desde el sábado, comenzaron a empacar sus pertenencias. Su penoso trabajo había terminado.

La esperanza cobró fuerza en la noche del sábado, cuando un socorrista israelí cavó entre los cascotes durante más de una hora para poder rescatar a Gatili Nganga. Este hombre de negocios, atrapado a pocos metros de Rose, logró hablar con ella. "Me sacan ya, ahora van a por usted", le dijo al ser evacuado.

Esta pequeña distancia entre ambos es la que separa la vida de la muerte. Los intentos de perforar un túnel hasta el lugar donde se hallaba Rose tuvieron que ser abandonados ante el riesgo de que se desmoronasen los escombros sobre ella.

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Los equipos de rescate cambiaron de estrategia y se abrieron camino hacia Rose con picos y palas, incluso con sus manos desnudas. Pero la peligrosa operación duro demasiado.

Rose todavía hablaba el pasado domingo con los socorristas, que el lunes aún llegaron a escuchar un apagado ruido desde el interior de las ruinas del edificio. Después vino el silencio.

Lawrence Wanjiku, su marido, mantenía aún la esperanza cuando un miembro de Cruz Roja le llamó aparte para comunicarle la muerte de su esposa.

El comandante israelí Avi Schachar fue el último en hablar con ella. "Por favor, lléveme al hospital. Tengo que ir al hospital", musitó Rose.

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