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Cada día de verano llegan al Centro de Acogida de Animales de Compañía de Collserola -el lugar que la gente conoce por la perrera municipal- de 15 a 20 perros, casi el doble que en el resto del año. En su mayoría son abandonados o dejados en el centro por sus dueños, pero también los hay que se han escapado o se han perdido. "Es la canción de cada verano", dice Juan, un hombre que va a entregar sus dos perros -cruce de pastor alemán- por motivos familiares. "Mi padre es muy mayor y ya no puede cuidarlos, y yo tampoco", dice como excusándose. "Y me duele traerlos aquí porque lo más seguro es que acaben sacrificados", añade en tono pesimista. Sin embargo, los responsables del centro, que depende del Ayuntamiento de Barcelona pero que recoge animales de toda el área metropolitana, sostienen que de los dos perros uno tiene verdaderas posibilidades de ser adoptado. Aseguran que su centro supone una de las pocas posibilidades de que disponen los perros para empezar de nuevo y no se conforman con que la canción del abandono se siga repitiendo: "Tenemos que conseguir que los dueños de los animales no se desentiendan de ellos", dice Pilar Solana, responsable del Instituto de Salud Pública del Ayuntamiento de Barcelona. "Y sobre todo", añade, "que la gente venga al centro a adoptar un perro, porque de ello depende la vida del animal". El año pasado, de 5.700 perros sólo se adoptaron 36. Del resto, 422 fueron recuperados por sus dueños y 5.242 fueron sacrificados con una inyección letal. A pesar de la magnitud de las cifras, la práctica de abandonar o ceder el perro a los centros de acogida no es la más habitual. En Barcelona existen 180.000 perros: sólo unos 900 van a parar cada año al centro de Collserola. Las cifras de perros acogidos en el centro municipal son ligeramente superiores a las del año pasado. Hasta el mes de julio, han pasado por el establecimiento 3.539 animales, 70 más que en 1997. Sin embargo, se ha mejorado la cuestión de las adopciones, que según los responsables del centro sufrió un serio tropiezo el año pasado. Hasta el momento, se han encontrado nuevos dueños para 150 perros, aunque no siempre la adopción es fácil. "De todos los perros que llegan aquí, sólo el 20% puede ser adoptado, el resto puede ser recuperado por sus propietarios o bien sacrificado por no reunir las condiciones adecuadas para la adopción", asegura Víctor Peracho, jefe del centro. Peracho reconoce que la cifra actual aún está lejos de alcanzar aquel 20%, pero asegura que el objetivo para 1998 es conseguir que lleguen a las 300, lo que representaría casi el doble que en 1994, con 179 adopciones. "El mes de agosto es ideal para que las familias vengan hasta el centro y se hagan cargo de un perro abandonado", interviene Solana. "La gente sólo piensa en que el verano es la época en la que se abandonan más animales, pero también puede ser la de más adopciones". La responsable del Instituto de Salud Pública, que insiste en que al centro no se le denomine con el término perrera, sostiene que desde hace dos años el Ayuntamiento de Barcelona lleva a cabo una campaña para aumentar las adopciones. "Aunque los verdaderos logros se están notando durante este año", indica. Uno de los principales objetivos de la campaña son las personas mayores y solas, a las que según Solana se debe informar de las ventajas que ofrece la convivencia con un perro: "Los ancianos mejoran su sociabilidad y su salud si tienen un animal de compañía al lado". En realidad, la mayoría de personas que acuden al centro busca un perro para tener en un piso, lo que perjudica seriamente a los perros grandes, que tienen más dificultades para ser adoptados. No es el caso de Linda, un precioso dogo que hace dos meses llegó al centro casi en los huesos y que ya ha encontrado un nuevo dueño. Precisamente ayer, el ahora esbelto can con ojos de diferente color, uno azul y otro verde, era recogido por su actual propietario. Antes de partir, el animal parecía feliz y contemplaba con porte distinguido a los visitantes que iban desfilando delante de las jaulas, como si supiera que pronto iba a disponer de un nuevo hogar. Otro animal de grandes dimensiones, cruce entre mastín y perro de montaña, no era tan afortunado, aunque sus cuidadores creen que tiene muchas posibilidades de adopción. Pero no todas las personas que llegan hasta el centro quieren adoptar un animal. Los tres componentes de una familia, que perdieron a su perro hace tres meses, no quieren oír hablar de adopción. "Sólo deseo encontrar a mi perro, un lobo canadiense, que se escapó de nuestra casa saltando la valla", dice la madre. Los tres acuden regularmente al centro para encontrar a su fiel amigo, que sacaba alegremente la lengua en la fotografía que muestra nerviosamente la señora. En esta ocasión tampoco ha habido suerte. "No está aquí", dice. El responsable del centro de acogida asegura que no será fácil encontrar al animal, ya que no tenía la chapa de identificación. A pesar de que la Generalitat obliga a los dueños a identificar a sus perros, la gran mayoría no lo hace, lo cual dificulta la recuperación de éstos en caso de pérdida y favorece el anonimato de quienes los abandonan. "Por este motivo resulta casi imposible aplicar la ley, que sanciona con multas de hasta 2,5 millones de pesetas a los que abandonan a sus perros", sentencia Peracho.

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