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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inglaterra no va bien

El Banco de Inglaterra decidió el jueves mantener el tipo de interés en el 7,5% (muy por encima de la media de la Unión Europea) y resistir las presiones de quienes creen que un precio del dinero tan elevado profundizará el ciclo depresivo en que parece haber entrado la economía británica, hasta el extremo de poder llevarla a una auténtica recesión el año próximo. Otros estiman, por el contrario, que las presiones inflacionistas siguen siendo lo suficientemente fuertes como para exigir nuevas subidas de tipos en los próximos meses. Lo que parece evidente es que el ciclo expansivo de la economía británica, que se ha prolongado durante casi seis años, ha cambiado de sentido y que el Gobierno de Tony Blair se enfrenta a un momento delicado: cómo conseguir un aterrizaje suave y evitar que el punto más bajo de ese ciclo se convierta en la puerta de una auténtica recesión, justo en el momento en que las economías de Alemania y Francia empiezan a mostrar mejor salud y cuando la puesta en marcha del euro, el primero de enero de 1999, anuncia una recuperación aún mayor de sus principales socios.El Banco de Inglaterra, que posee un estatuto de autonomía desde hace sólo un año (no fueron los conservadores de Margaret Thatcher quienes se lo concedieron, sino los laboristas en una de sus primeras decisiones) es el centro de todas las críticas y de las iras de las asociaciones de la industria manufacturera, que sufre un fuerte parón y empieza a reaccionar con despidos masivos. Una reciente encuesta señala que el 39% de los economistas de la City cree que un nuevo incremento del precio de los créditos, junto con una libra fuerte y los efectos secundarios de la crisis asiática, llevará inevitablemente a la temida recesión.

La situación no parece de momento tan dramática. Las sucesivas subidas de tipos de interés han provocado ya un enfriamiento notable del crecimiento, como deseaban los responsables monetarios para ayudar a controlar la inflación, aunque la economía británica sigue creciendo en su conjunto a un ritmo del 2% y la inflación (que en junio fue algo menor de lo temido) se mantiene también por encima del objetivo marcado (2,4% a final de año). Los mayores temores los provoca el crecimiento de los salarios, que en el sector privado ha llegado al 6%. La duda es si la desaceleración del ritmo de crecimiento será suficiente para controlar las subidas salariales, o si las presiones inflacionistas obligarán a tomar medidas más tajantes. En cualquier caso, es seguro que en los próximos meses subirá el desempleo y que Londres va a tener dificultades para seguir presentándose como un ejemplo para sus colegas europeos. Su índice de paro seguirá siendo más bajo que el de Francia o Alemania, pero las tendencias se habrán invertido y el Reino Unido, que decidió quedarse fuera de la moneda única, presentará un cuadro menos esperanzador que sus socios.

Blair y su ministro de Economía, Gordon Brown, tendrán que analizar con cuidado la situación: sus predecesores, y especialmente la señora Thatcher, sabían cómo hacerle frente: con una brutal recesión, que pagaban los más débiles. El nuevo laborismo tiene que ser capaz de diseñar otra fórmula.

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