Jornaleros del sol 1.400 personas se dedican al alquiler de hamacas en la costa malagueña
VERANO 98Explotan la sombra de sol a sol. Y cuanto más fuerte golpea más beneficio le sacan. 1.400 personas, según la Asociación de Empresarios de Playas, hacen el agosto entre abril y octubre en la Costa del Sol alquilando hamacas y sombrillas. El jornal: unas 400 pesetas diarias por una media de 100 instalaciones que posee cada empresario. "El negocio no es tan rentable como la gente se cree", asegura Norberto del Castillo, presidente de esta asociación. Según dice, los hamaqueros tienen que hacer una inversión inicial de entre tres o cuatro millones para ponerlo en pie y la explotación de las parcelas les cuesta entre 300.000 a un millón. El resultado: un millón de pesetas limpio en las peores parcelas y 2,5 en las mejores. "El problema es que lo que trabajas en verano, te lo comes en invierno", asegura Salvador Herrero, un hamaquero de Torremolinos de 47 años. Lo sabe bien: lo lleva haciendo más de 30 años. Herrero, un hombre que está más curtido que moreno, dejó el colegio para dedicarse al negocio del sol. Las 30 hamacas con las que comenzó su padre en los años sesenta se han multiplicado por cinco. Es uno de los pocos cambios que ha visto en todos estos años además de "tener sombrillas en vez de toldos y tumbonas metálicas en vez de madera". Y es que a la mayoría de los hamaqueros el negocio les viene de familia. La razón es simple: el pliego de condiciones de los Ayuntamientos -que con excepción del de Vélez Málaga funcionan de intermediarios entre los empresarios y la Dirección General de Costas- da prioridad a la hora de conceder licencia de explotación para una parcela a los que lleven más tiempo en el negocio y permite el traspaso a los hijos por el tiempo que tengan la autorización. "Pero todos los años entra gente nueva", se defiende el presidente de la Asociación de Empresarios de Playas. "Además en el pliego también se tiene en cuenta la profesionalidad y si, por ejemplo, un empresario no mantiene en condiciones su negocio puede perder la autorización". "Ya no hay sitio para más negocios. Lo que tendrían que hacer es quitar alguno", asegura con resolución Antonio Pérez Gómez, un hombre que a los cinco años "ya ponía los colchones en La Carihuela" antes de irse al colegio. "A la vuelta tenía que cobrar". Ha pegado mucho sol desde entonces, pero a sus 39 años no duda de las ventajas que tiene su profesión. "Prefiero esto que una oficina. Aquí me baño cuando quiero, me tomo una cervecita y me pongo morenito. Además por las tardes me voy de pesca o a la discoteca con los clientes". Pero además de divertirse y extender la mano para cobrar los hamaqueros están obligados también a labores de vigilancia y cuando ocurre un incidente tienen la obligación de informar a la Policía Local. "Somos vigilantes de la playa pero indocumentados y no remunerados", se queja Pérez. No es el único problema con el que se enfrentan los de su profesión. El ejercitarla también incluye alguna reyerta que otra con los dueños de los chiringuitos. En Fuengirola un grupo de 43 empresarios se ha divorciado de la asociación de Norberto del Castillo, que también defiende los intereses de los propietarios de los establecimientos, por esta razón. "Aquí hemos llegado a las manos", dice José Porras, el presidente de los disidentes. Y es que, según dice, "se da una competencia desleal". "Ellos pueden ofrecer unos servicios que nosotros, como hamaqueros, no podemos dar como, por ejemplo, una bebida gratis al día". Han protestado ante el Ayuntamiento por esta razón. "Pero hasta el 2002 en que terminan las concesiones no hay nada que hacer".
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