Entre la televisión y el cine

En el otoño de 1943 el popular autor de novelas José Mallorquí crea el personaje de El Coyote, basado en el de El Zorro, en concreto en el encarnado por Tyrone Power en El signo del Zorro (1940), de Rouben Mamoulian. Hasta 1953 publica las casi 200 novelitas donde narra las aventuras de César de Echagüe, obligado a convertirse en el bandido generoso El Coyote, para enfrentarse a los norteamericanos a mediados del siglo XIX en California, cuando deja de ser territorio mexicano para convertirse en norteamericano.

Poco después el productor Eduardo Manzanos compra los derechos a José Mallorquí de alguna de sus novelitas. Tras fallar el realizador previsto, el director español Joaquín Romero-Marchent en 1954 rueda de manera simultánea El Coyote y La justicia de El Coyote, que se convierten en los primeros spaghetti-western.

44 años después el productor Enrique Cerezo, aprovecha la revitalización del personaje que supone la realización de la producción norteamericana La máscara de El Zorro (1998), de Martín Campbell, con el incansable Antonio Banderas como protagonista absoluto, para encargar al prestigioso director Mario Camus la realización de una serie de televisión de tres episodios, pero también una reducción para cine de 99 minutos con un amplio reparto encabezado por un adecuado José Coronado.

Tras una brillante etapa de personales películas intimistas, que van de la obra maestra Sombras en una batalla (1993) a la reciente El color de las nubes (1997), pasando por la compleja tragicomedia Amor propio (1994), la recién estrenada La vuelta de El Coyote marca el inesperado regreso de Mario Camus al cine de acción, al camino que va de su película La cólera del viento (1970) a sus episodios de la serie de televisión Curro Jiménez.

A pesar de la notable habilidad de Mario Camus, como todas las películas que se hacen a partir de la reducción de una serie de televisión, no acaba de funcionar por problemas de ritmo interno y de estructura narrativa. Eso se nota aun más en este caso, donde una hjstoria que se desarrolla a lo largo de bastantes años intenta resolverse a través de un entramado de vueltas hacia detrás, pero convenientemente denominadas para evitar que el espectador se pierda.

El discutible resultado se sitúa a medio camino entre la televisión y el cine. Además de tener un reparto que despista, por el gusto de Mario Camus de utilizar a dobladores como actores, por ejemplo Ramón Langa, y en esta ocasión mezclarlos con actores extranjeros poco conocidos doblados, de la italiana Chiara Caselli a los ingleses Nigel Davenport y Ray Lovelock.