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Justicia

En este siglo que acaba, la impunidad de los crímenes contra la humanidad ha sido una regla común. Tal inmunidad desafía a la justicia. Ultraja a las víctimas. Ofende a la humanidad. (..) De ahí la importancia, tras un siglo mancillado por los genocidios, de asistir al nacimiento en Roma de un tribunal internacional en cargado de juzgar esos crímenes. (...) Los de Núremberg y de Tokio fueron la primera expresión de tal exigencia. Pero simbolizaron la justicia dé los vencedores frente a los vencidos (...) y fallaron en la creación de un tribunal internacional permanente e independiente de los Estados. (...) La guerra fría impidió todo progreso durante cuarenta años. (...) Los crímenes contra la humanidad, por su naturaleza y dimensión, provienen de fuerzas organizadas y muy frecuentemente del aparato del Estado. (...) Los genocidios y deportaciones masivas, las torturas generalizadas, requieren organización, medios colectivos y voluntad política. La persecución de los crímenes contra la humanidad choca en la mayoría de los casos con la realpolitik internacional o con la razón de Estado nacional. (...) Es simbólico que la pena máxima a la que puede condenar este tribunal sea la de cadena perpetua. Así, aunque se trate de los delitos más graves, la pena de muerte quedará proscrita del más alto tribunal penal que el mundo ha conocido. Hay que dar la bienvenida a tamaño progreso de la conciencia humana.

, 1 de agosto

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