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PROVINCIA

VERANO 98

La geografía humana se confina a veces en la nimiedad histórica de la provincia. Cuesta un poco hacerse a la idea, pero eso puede pasar. Precisamente ahora, cuando el inminente año 2000 anticipa, aparte de algún universal trastorno informático, no pocas recalificaciones planetarias, se alzan tenaces banderías reclamando la creación de una nueva provincia. O sea, que hay quien no acepta en absoluto la teórica remoción de fronteras y desempolva el pergamino donde se prescribe la regulación de ciertos anhelos emancipadores municipales. No es una cuestión de lindes entre una y otra parcela de la tradición, sino algo que roza la economía política de la patria chica, que es concepto casi tan peligroso como el de la patria grande. La pretensión segregacionista incumbe en este caso a la provincia de Cádiz, de la que -como es notorio- se intenta obtener dos provincias: la de Cádiz propiamente dicha y la del Campo de Gibraltar. Semejante tentativa no es nueva, sólo que ahora ha vuelto a reactivarse a raíz de que el gobierno central desestimara una petición del ayuntamiento de Algeciras, parte de cuyos ediles postulaban someter a referéndum la creación de la que sería la novena provincia andaluza. Discrepo por principios de esa negativa gubernamental, pero también disiento del motivo de la solicitud. ¿A qué intrincadas colisiones fronterizas se debe ese propósito de fragmentación provincial, surgido cuando todo tiende a juntarse, incluso las más divergentes patrañas geopolíticas? El Campo de Gibraltar es sin duda una comarca inmejorablemente instalada entre el Atlántico y el Mediterráneo. Cuenta además con un notable dinamismo económico. Algeciras, que ha desbancado a Cádiz en operatividad portuaria y cuya bahía supone hoy uno de los grandes focos industriales -y contaminantes- del Sur peninsular, se lo ha montado en grande y cree merecer la elevación de su rango al de capital de provincia. Ignoro qué concreto territorio pretenden disociar de Cádiz, pero debe de ser más extenso que su actual comarca, pues de lo contrario daría para una provincia sumamente angosta. Tampoco es inverosímil que intenten anexionarse en su día el propio Gibraltar, con lo que no ganarían mucho terreno en el mapa aunque sí una dilatada reputación patriótica. Tengo la impresión de que todo este rifirrafe, más que una ofensiva económica provinciana, tiene algo que ver con ciertas trasnochadas porfías nacionalistas, periféricas o no. El cabildo de Algeciras reclama desde hace tiempo determinadas competencias no sólo a la Administración central sino a la andaluza, que ya son ganas de autogobierno: una curiosa figura de cantonalismo en versión pecuniaria. A lo mejor es que andan tramando su conversión en distrito federal, aunque por ahora se conformen con la menos descentralizada opción a novena provincia. Tampoco es improbable que a la larga, cuando ya el Estrecho no esté tan rumboso, reivindiquen lo de comarca autónoma. Nunca se sabe.

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