Modernidad
De manera que todo marcha bien, y que estamos viviendo en plena modernidad, y que este país es una perla. Estupendo. Me lo voy a repetir unas cuantas veces durante el mes de agosto, a ver si me convenzo y me consuelo. Porque necesito consolarme ante el progresivo deterioro de nuestra política. Digamos que lo de la filtración de la sentencia del Supremo es bastante chapuza, y que por desgracia ha contribuido a que todos nos pongamos más broncos y borricos. Y es un auténtico delirio que, ante la previsión de una condena, el PSOE o parte del PSOE empiece a levantar las barricadas, en vez de entender el transparente hecho tal cual es: que si hay una condena, hubo un delito; y que es el momento de poner punto final a esta pesadilla y pasar página. Así está la situación en la macrohistoria.
Pero es que también se nos acumulan las basuras en la microhistoria. Por ejemplo, ahora hace justo un año que un hombre murió de un infarto en Ciudad Rodrigo. Siempre había sido un tipo saludable, y sólo tenía 61 años. Pero en Ciudad Rodrigo no hay hospital ni servicios de urgencia suficientes; hubo qué he varal hombre al centro sanitario más cercano, a 90 kilómetros de distancia, en Salamanca. Y falleció cuando estaba llegando. Tal vez no hubiera muerto de haber sido atendido con prontitud. Desde entonces, una sociedad de vecinos, la Federación Pro Salud, está promoviendo actos, manifestaciones y firmas (han reunido 24.000, la casi totalidad de adultos de la comarca) para reclamar un centro médico, mientras que el alcalde de Ciudad Rodrigo, del PP, no hace más que fastidiar y prohibir a los asociados. Así es que, en plena fiebre de modernidad y autocomplacencia, seguimos teniendo míseros comportamientos por arriba; y caciques y carencias fundamentales por abajo. Un pesado equipaje para las vacaciones.
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