Japón saca mala nota
EL ANUNCIO realizado ayer por Moody´s, la agencia estadounidense de calificación de riesgos, de rebajar en un grado la calificación de la economía japonesa agravó la caída de los mercados asiáticos. La decisión de Moody´s es una confirmación, quizá redundante, de que Japón padece una crisis de complicada solución. Una encuesta realizada por la Agencia de Planificación Económica nipona confirma que, a pesar de las medidas de reactivación del Gobierno, el pesimismo está enquistado en los agentes económicos y pocos creen en la recuperación de la primera economía asiática.Una vez subrayada la evidencia de las dificultades económicas de Japón, hay que preguntarse si la amenaza de Moody´s de degradar la calificación de la deuda japonesa es una advertencia oportuna, especialmente en vísperas de que el Partido Demócrata Liberal elija hoy a su nuevo candidato a primer ministro, y si aporta algo sustancial al tratamiento de los males de las economías asiáticas, ya suficientemente diagnosticados. En el caso concreto de Japón, parece gratuito recalificar la deuda del primer país acreedor del mundo, por más que sus instituciones financieras estén pagando las consecuencias de su falta de rigor y su dependencia del aparato industrial.
La incoherencia de fondo es que las firmas de calificación de riesgo, cuya función principal es advertir a los inversores y a los mercados de los potenciales problemas financieros, fueran incapaces de detectar las crisis mexicana o asiática, por poner dos ejemplos próximos. La severidad a toro pasado con que las agencias de rating han calificado los riesgos de los países afectados no puede ocultar la pérdida de credibilidad de unas instituciones a las que se supone una información exacta y una capacidad de análisis excepcional, pero que la práctica desmiente. La descalificación de Moody´s es ruidosamente atrasada; los inversores ya conocen los riesgos de Japón, las autoridades económicas ya han adoptado medidas -quizá no todas las necesarias-, y los demás mercados tienen suficiente información para medir el impacto de la crisis japonesa.
Si las agencias de calificación desean recuperar la credibilidad perdida, tendrán que esforzarse mucho más en la tarea de aportar información y análisis para detectar con anticipación los focos de conflicto financiero. Sólo desde esta capacidad de predicción estarán legitimadas para recalificar la calidad del riesgo de un país. Cualquiera puede subrayar la evidencia; lo difícil es señalar dónde pueden aparecer los riesgos futuros.
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