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Los Stones encienden con 'Satisfaction' a 55.000 personas en Barcelona

Un público intergeneracional vibra con 'Sus Satánicas Majestades'

Jacinto Antón

"Mick Jagger ya jamás hará nada. Richard está completamente chalado. Fui con ellos en una gira y se veía que todo se estaba viniendo abajo", dijo Capote en 1982 sobre los Stones. Pues la fastidiaste, Truman: mientras tú crías malvas, Mick sigue moviendo el trasero y encandiló anoche a 55.000 personas en el Estadio Olímpico de Barcelona. Es verdad que no te equivocaste mucho con Keith. Zarpó ayer el acorazado Stones con un rugido, un babilónico trallazo de sonido y Satisfaction. Jagger se entregó a un egotrip de miedo.

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El crepúsculo incendiado se había disuelto ya en el umbral de la noche. Pasaban ocho minutos de las 22.00 horas y allá fue Satisfaction: "No consigo, no consigo, no consigo satisfacción". Empezaba el reinado de los seres oscuros y las leyendas. Humo. Luz azul. Pulsátil. Galaxias. Acongojante. Una llamarada de fuego y Keith Richard apareció minúsculo en el escenario y gigantesco en la pantalla de vídeo. Lucía un guardapolvo de piel de leopardo. Surgió Jagger: como un zuavo con levita azul eléctrico y pañuelo verde bailando como si tuviese fuego líquido en las articulaciones.El público que llenaba el césped parecía una inmensa y feliz fideuá humana al levantar los brazos siguiendo el compás de Paint it black. Y Mick era el alioli. Hubo un primer plano de labios de Jagger. Se quedó en camiseta. El aire estaba cargado de excitación y erotismo. "Es sólo rock and roll, pero me gusta", tarareaba una chica besada y apretujada por su compañero. Jagger contribuyó a aumentar la temperatura chupándole los pies -con especial fruición el dedo gordo- a una corista. La fan más pequeña de los Stones se llama Alba. Tiene dos años y ha venido al concierto con sus padres. Afortunadamente, no entiende la letra de Honky Tonk Women: "Dame, dame, dame el blues de los burdeles. Me tiré a una divorciada en Nueva York". Señala el padre, embutido en una camiseta con el lema Nunca volveré a ser joven: "La familia vamos a todas partes juntos". Es difícil precisar, en cambio, cuál es esta noche el fan más maduro: se ven tantos...

No hubo grandes atascos: "Claro, coño, si vamos andando", gemía un sudoroso émulo de Brian Jones -por lo ajado y húmedo-. Guardias municipales a caballo guiaban el rebaño de futuros espectadores con el desapego de centuriones reasentando a una tribu ostrogoda en la frontera del imperio. La gente sacaba la lengua: era muy propio. Subía una humedad por el aire, como si Jagger te hubiera dado unos lametones.

Había lío en las entradas. Nadie sabía cuál era la suya. "Que me cacheen, si se atreven", dijo bravucón un heavy tan sudado que se le desteñían los tatuajes. El estadio presentaba un aspecto magnífico, con toda esa gente en busca de satisfacción, cerveza, y perritos calientes. Un tipo que parecía salido del festival pop de Monterrey de 1967 sin abandonar el hábito de DMT, preguntaba dónde había que mear. Unas jovencitas se lo miraban con profunda repulsión. Una feliz mezcla intergeneracional se distribuía por el estadio. El escenario, con sus cortinajes cerrados, parecía la cama de la Pompadour a escala king size y decorada por un Dalí ebrio. Satisfaction, ay.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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